La policía que quisimos (I)

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Hace muchos años, en plena transición, un grupo de policías se manifestó, el 17de diciembre de 1976, en demanda de ser asistidos en la seguridad social y no en la sanidad militar. En la sanidad militar la asistencia estaba jerarquizada (si un policía o su esposa estaban en una consulta y llegaba la esposa de un sargento sin haber pedido cita pasaba antes, y así era también en los hospitales, para operaciones, etc.).

Esa situación, más la ausencia de derechos, la privación varios días de libertad, encierro en el cuartel sin poder salir (por el capricho de un jefe borracho, por ejemplo), los bajos salarios y la disponibilidad permanente, a veces durante días durmiendo en un camastro con las botas puestas al carecer de derecho a jornada laboral, propiciaron el clima preciso para la manifestación.

Ese clima fue aprovechado por miembros del entonces Cuerpo General de Policía (la «secreta«, los que trabajaban en la brigada Político-Social) y animaron a los uniformados de la Policía Armada a manifestarse. Los que acudieron lo hacían defendiendo derechos y mejoras pero los que la instigaron buscaban oponerse a los cambios hacia la democracia que se veían venir. La policía gris que privaba de libertad y derechos a la ciudadanía tampoco disfrutaba de ellos.

La fecha de la manifestación no fue elegida al azar; dos días antes se celebraría el referéndum para la reforma política, que abría la puerta al suicidio del régimen franquista y daba paso a la democracia, pero dejando un jefe del Estado, el rey Juan Carlos I, nombrado por el dictador poco antes de morir en su cama como jefe Supremo de las Fuerzas Armadas.

El miércoles 15 de diciembre se celebró el referéndum, aprobando el cambio de régimen y el inicio de la demolición de las estructuras de la dictadura, y el día 17, viernes, la manifestación. Convocada en principio como una concentración en la Plaza de Oriente, algunos «calentaron» el ambiente y desde allí fueron en manifestación, policías armadas, guardias civiles y algunos miembros del Cuerpo General («la secreta«), hasta la Puerta del Sol, sede de la Dirección General de Seguridad. Allí, el general Lamamiec de Clairag se introdujo entre los manifestantes apelando a su patriotismo y uno le dio un bofetón que le hizo perder la gorra. Mientras, los luego conocidos como «meaperros«, los chivatos de siempre, se afanaban en identificar a quienes estaban allí para que posteriormente pudieran ser encarcelados en prisiones, o en calabozos o presionados para pedir la baja de la Policía y la Guardia Civil. No se conoce que ningún miembro de la «secreta» tuviese problema alguno por su asistencia a aquel acto ilegal pero cargado de justicia.

Pocos medios se hicieron eco de la manifestación pero el mensaje transmitido por los policías del régimen que se oponían a la llegada de la democracia llegó a todas las instancias del Estado, y este era que sin la dictadura el país sería ingobernable pues hasta los policías se manifestaban reclamando derechos. Los mandos militares de la Policía, la Guardia Civil y el Ejército, y los diputados de la derecha, que luego con Manuel Fraga crearon AP que desembocó años después en el actual PP, pedían lentitud y moderación en los cambios, y a juzgar por cómo estamos hoy, casi 40 años después, lo consiguieron. En capítulos posteriores iremos exponiendo los argumentos que conducen a esta conclusión.

Una brutal represión contra los policías

La represión contra los manifestantes y los identificados como organizadores fue brutal. Por eso, como quienes se manifestaron lo hicieron por una causa noble, aunque existiera una motivación oculta que no conocían de frenar los avances democráticos, creo que merecen ser citados los policías que se enfrentaron a duras peticiones de condenas de cárcel, y lamento no disponer de los nombres de todos los que fueron obligados a pedir la baja amenazados con una pistola sobre la mesa, en la Policía y la Guardia Civil, porque no he encontrado un archivo o nota donde existan esos datos.

Las peticiones a ocho policías que estuvieron casi seis meses encerrados en los calabozos de la comisaría de Entrevías en Madrid, fueron recogidas en la prensa de la época con la siguiente información por Diario 16 en su edición del seis de junio de 1977, bajo el título «En libertad un policía procesado» y con el antetítulo «con otros 8 acusados de sedición», decía lo siguiente:

«El policía armado Cándido García Graña fue puesto en libertad provisional, pendiente de juicio, el sábado, a las dos de la tarde, después de permanecer casi seis meses detenido por su presunta participación en la manifestación de policías y guardias civiles ocurrida en Madrid el pasado 17 de diciembre. Hoy García Graña tendrá que presentarse en el juzgado especial militar.

«Permanecen detenidos en la comisaría de Entrevías, Severino Escudero Martínez, acusado de sedición para el que solicita el fiscal 10 años de prisión; Manuel de la Fuente Ruiz, acusado de sedición y de insultos a un superior para el que se piden 22 años de prisión; Vicente García Egea, acusado de insultos para el que se solicitan 20 años; Celestino Moreno Fernández, acusado de insultos, 20 años; Prisciliano García Gómez, insultos 20 años; José Izquierdo, insultos, 23 años, Ángel Escorial Hernanz, insultos, 20 años, Manuel Rodríguez Martín, sedición, 6 años.»

Que al mismo tiempo que se pedían estas condenas brutales de tantos años de cárcel por insultos a mandos militares, cinco policías en Sevilla y muchos más semanas, meses y años después, decidieran actuar en clandestinidad merece infinito respeto y reconocimiento por su valentía. Estos cinco valientes fueron Manuel Tapada Pérez y Carlos Jiménez Fernández, ya fallecidos, José Manuel Osorno Marín, José López González y Guillermo Gómez Cunnighan, quienes a mediados de 1977, en plena ofensiva contra los demócratas en la Policía, desde Sevilla decidieron iniciar un camino largo y dificultoso, que les podía conducir a la cárcel, a un traslado a cualquier punto de España o a la expulsión de la Policía.

Entre sus muchas actividades de aquellos años levantaron, el 28 de febrero de 1978, el Acta fundacional del primer sindicato policial en la clandestinidad. Algunos de estos hechos y otros están recogidos en el libro «Memoria de una lucha clandestina», escrito por Pepe Tejero, uno de los primeros policías que se sumó en apoyo de los cinco fundadores.

Continuaremos la historia la próxima semana y las siguientes, hasta desembocar en la policía actual, con falta de control e inspección, millones de identificaciones masivas e ilegales que vulneran los derechos civiles de la ciudadanía, y otras prácticas bastante más despreciables.

 

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