Ada Colau o el ardor…

Nada, que hoy tocaba un mínimo de intertextualidad (lo que antes se llamaba plagio puro y duro, al estilo del cuñado amanuense de Ana Rosa Quintana, ¿recuerdan?) y le he tomado el título prestado a Vladimir Nabókov para llevar el agua del ingenio ajeno a mi molino escribidor; así, más chulo que un ocho o un García Albiol cualquiera en el trance de presentar un recurso ante el Tribunal Constitucional en contra de los manejos (alcaldadas en román paladino) de la tal Carme Forcadell, presidenta del Parlament de Catalunya.

Ada Colau, alcaldesa-presidenta del Excelentísimo Ayuntamiento de Barcelona. De ubicua activista de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca a lideresa de Barcelona en Comú y de ahí, todo recto, pactos mediante, a primera edil de la antigua Barcino Nova, el Cap-i-Casal-de-Catalunya (Cabeza y Solar de Catalunya, a ver si le perdemos el miedo a todas las lenguas españolas). Siete meses después de hacerse con el bastón de mando, doña Ada, la ardorosa cual guindilla en la última parte de su tránsito intestinal, ya ha alcanzado su cuota parte de popularidad, pasando a engrosar el escatológico panteón navideño catalán. Efectivamente, la senyora Colau posa para la posteridad en el defecante trance de caganera (ver ilustración).

Carrerón de la dama activista, doy fe. Ciertamente llegó al cargo con fama de enrollada y de mujer de rompe y rasga capaz de pisar todo los charcos, y, entre uno y otro, los callos de mucha gente, como los hoteleros o los comerciantes minoristas, que ven en el fenómeno de los manteros una competencia desleal, fomentada por la propia titular de la alcaldía barcelonesa. Fiebre populista la de Ada Colau, con reflejos de hermanita de la Caridad, laica, eso sí. Y manga ancha, por cierto, con los okupas, mientras –ella es así- se mira de reojo a la Guàrdia Urbana, de cuyos agentes no acaba de fiarse. Lo dicho, ella es así…

Como muchos de los activistas llegados al poder municipal de la mano de Podemos y movimientos afines, la señora Colau saca pecho y se considera el non plus ultra de la cosa municipal. Pues craso error, querida amiga. Los votos dan legitimidad democrática, pero sólo esto. Porque los votos no añaden un plus de inteligencia ni de conocimientos específicos. Esas cosas o se nace con ellas o se adquieren y se pulen con el tiempo. Y menos mal que en política municipal no hay mal que dure más de cuatro años… Y dentro de un cuatrienio la vera efigie de la caganera alcaldesa Colau será sólo un recuerdo o, en algunos casos, una simple pieza más de los coleccionistas del caganer, ilustre contribución catalana al montaje navideño del mundo mundial…

O sea, que doña Ada lo evacue bien y a tiempo… Porque sí, claro que sí se puede. O dicho en la lengua de Pompeu Fabra, Ignasi Riera y Ramon Llull:Ara sí es pot”. Porque, en última instancia, todo es cuestión de fuerza, a que sí…

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