Pujol y Felipe González: los antecedentes de la corrupción en Cataluña (1)

Gonzalez-Pujol: el anverso de la omertà.

Gonzalez-Pujol: el anverso de la omertà.

Corría el año de gracia de 1984, de la nunca finalizada transición, con Felipe González en la Moncloa y Miguel Boyer en Alcalá 9, cuando estalló el llamado caso Banca Catalana, del que se ha vuelto a hablar en los últimos meses, con más pena que gloria, y con los lamentos de uno de los fiscales obligados entonces a envainarse la acusación, Jiménez Villarejo, tras la vergonzosa actuación del pleno de la Audiencia Territorial de Barcelona, acordando el archivo de las actuaciones.

Los de más edad recordarán cómo un latrocinio similar o superior al de Bankia fue convertido en “un agravio a Cataluña”, si se atrevía la justicia a investigar y sentar en al banquillo a una banda de delincuentes de cuello blanco, comandados por un botiguer llamado Jordi Pujol, y que debían todo a su parentesco con la corrupta oligarquía franquista.

En los años que van desde la crisis internacional del petróleo de 1973, hasta comienzos de los años ochenta, la economía española estaba muy mal, con reformas aplazadas por el superior interés de la transición a la democracia; aún no estábamos en Europa, las industrias iban de mal en peor y el Estado, para evitar males mayores, había creado una suerte de hospital para bancos en apuros, es decir, con dinero de todos los españoles, como de costumbre, se evitaron quiebras, se apuntalaron fortunas y unos cuantos banqueros ladrones se fueron de rositas, eso sí, tras dejar en la ruina a unos cuantos miles de pequeños ahorradores, como fue el caso de Banca Catalana.

El origen del escándalo: Banco Industrial del Mediterráneo

Pero vamos al origen de aquel escándalo, cuyas consecuencias llegan al presente. La historia empieza con otro nombre: Banco Industrial del Mediterráneo. Este banco había sido fundado a finales de 1972, como “banco industrial de negocios”, con mayoría de socios catalanes, aunque vinculados en algunos casos a la oligarquía mesetaria y franquista. Nos encontramos apellidos como Bufill Bernardes, Renau Manén, Buxeda Nadal, Folch Vázquez, Gaspart, Salvá Miquel, los Negre, familiares de Tomás Garicano Goñi, ministro de la gobernación de 1969 a 1973, y un largo etcétera.

Muy pronto experimentó un crecimiento espectacular, que se hizo notar en los círculos económicos, y que puso la mosca detrás de la oreja a algún que otro funcionario del Banco de España. El señuelo de su captación de clientes no era otro que el pago de “extratipos”.

En 1977, a cinco años de su fundación, el banco creció un 70 por 100 y batió el record en la evolución de recursos ajenos dentro de toda la banca española de entonces.

El líder de aquel tinglado era Julio Martínez-Fortún Soler, un financiero de dudosa reputación, pero que se movía muy bien en los círculos del poder. Atrajo a los consejos de administración de las sociedades del grupo a personajes como el entonces teniente general Ibañez Freire, Francisco Fernández Ordoñez, ministro primero con UCD y después con el PSOE, Fernando Liñán, ministro que había sido del gobierno de Carrero Blanco.

Fue en plena expansión del banco cuando Julio Fernández-Fortún empezó a llevarse grandes sumas de dinero a Panamá, con la excusa de la fundación allí de un banco, con un capital inicial de 250 millones de pesetas. Durante un tiempo tuvo participación en el negocio Emilio Botín. Todas las operaciones del banco se hacían a través de un holding, PROBIMSA, y que era una sociedad financiera que actuaba como cabecera del grupo de especuladores que controlaba el banco, en cuyo consejo de administración ya se había sentado el antes citado Francisco Fernández Ordoñez, a la sazón ministro de Hacienda desde el 4 de julio de 1977.

Otra de las causas del fulgurante crecimiento del banco se debía a estrechos vínculos con cajas de ahorro; una de ella, la de Zaragoza, Aragón y Rioja, apoyó con inversiones de dudosa rentabilidad las iniciativas empresariales del banco. Lo cierto es que el viejo timo del pago de extratipos o intereses desmesurados pronto iba a reventar.

En junio de 1978 la estrecha relación con las cajas de ahorro dio lugar a una oferta de compra del banco por parte de la Caja de Ahorros de Valencia, pero no se llegó a formalizar, en buena parte por las reticencias que tenía entonces el Banco de España, pues la operación suponía, como ha ocurrido años después, la perdida de los fines fundacionales de estas entidades, creadas para cumplir una determinada función social, y ayudar a los pequeños negocios, y no para que gentes sin escrúpulos y sin preparación alguna lleguen a banqueros o a los consejos de administración de las compañías eléctricas.

La venta a Banca Catalana

Todo iba bien, aparentemente viento en popa, pero el Banco de España sabía que no era así, y se habían detectado irregularidades y salidas de capital hacia Panamá, donde estaba instalado el presidente de la entidad, Julio Martínez-Fortún.

La apariencia, solo la apariencia, era de solidez, con unos depósitos de 30.300 millones de pesetas y una red de 38 oficinas, la mayoría en Cataluña. Lo cierto es que la falta de liquidez precipitó los acontecimientos, los gerifaltes granujas del banco, en algunos casos, ya habían puesto pies en polvorosa, con unas cuantas carteras repletas de billetes, pero aún intentaron que el Banco de la plaza de Cibeles les echase una mano. Fue entonces, cuando la dirección del Banco de España, junto con el Ministerio de Hacienda, cuyo titular era Fernández Ordoñez, a la vez consejero de PROBINSA, propiciaron la venta a Banca Catalana, por entonces una pequeña banca de provincias, propiedad de los Pujol, con las marcas muy modestas de Banco de Barcelona, Banco Mercantil de Manresa y Banco de Gerona.

Ya ven los lectores que poco cambian las cosas en España, también en el reciente desastre de Bankia había un Fernández Ordoñez, pero en esta ocasión al frente del Banco de España.

La operación se hizo a finales de enero de 1979, por el irrisorio precio de 801.000 pesetas, si amigo, ha leído bien: el equivalente a 4.814,11 euros, es decir, un regalo, a peseta la acción del banco. Además de esto, el Banco de España otorgó a Pujol y sus amigos un crédito de más de 6.000 millones de pesetas en condiciones muy ventajosas de interés, prácticamente un regalo. Es decir, desde el gobierno español se dieron todo tipo de facilidades, a costa nuestra como siempre, para que el nacionalismo catalán representado por Pujol se hiciera con un banco mediano en el negocio financiero de nuestro país.

La secuencia del desastre, es decir, cómo una entidad bancaria saneada y en expansión, es arruinada y saqueada por una banda organizada de depredadores y chorizos, puede trasladarse a guión cinematográfico con facilidad, solo que en unos casos los delincuentes portan bandera monárquica española y en otros barretina y señera. Daría para unos cuantos artículos más, con el consiguiente cansancio de los lectores, contar todo lo que ocurrió en Banca Catalana hasta el desastre final, por lo que vamos a las consecuencias del escándalo.

Mañana: Pujolandia y Felipe González: los antecedentes de la corrupción en Cataluña (2)

 

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