Argentina: el dólar y el dolor

Javier Milei ha ganado las elecciones argentinas. A los argentinos y argentinas quizá no les vaya bien, pero a los cronistas se nos vienen grandes alegrías, como ocurre con el resto de Hispanoamérica.

Gracias a Milei hemos sabido, qué haríamos sin los medios progresistas globales, que el peronismo era de izquierda, cosa que llevamos décadas ignorando, vaya por Dios. El resultado de Argentina vuelve a orientar el mapa político hispanoamericano hacia la derecha,

Perú, Honduras, Colombia, Chile y Brasil mantienen, por los pelos, gobiernos de izquierda, junto a México, éste con la creciente amenaza ultraderechista de los restos del PAN. Son populistas de derechas Ecuador, Costa Rica y, ahora, Argentina. Se mantienen en el centro derecha El Salvador, Panamá y República Dominicana.

La orientación política viene determinada por unos sistemas políticos, generadores de corrupción, pobreza y desigualdad, rechazados especialmente por el voto más joven que, sorprendentemente, ignora la dictadura en Argentina, del mismo modo que en Chile, en los últimos comicios constitucionales ignoraron la dictadura de Pinochet y le dieron la victoria a la extrema derecha.

Hay otros factores culturales, como la posición política del indigenismo o la extensión del evangelismo pentecostal que permite, por un poner, a Milei hablar mal del Papa de Roma, el segundo portavoz de Dios en Argentina: el primero es Messi, heredero tras la muerte de Maradona, sin que a nadie le importe mucho.

No deja de ser sorprendente también, según las encuestas en Argentina, que los que han votado a Milei lo hayan hecho convencidos de que no aplicará su programa político. Lo que no deja de ser una percepción tan subjetiva como irracional.

Milei ha anunciado, de entrada, que va a nacionalizar la petrolera YPF (por cierto, robada a REPSOL por los Kirchner sin mucha queja española), las energéticas y los medios de comunicación públicos. Se habla de la privatización de la salud y la educación, pero esto no parece fácil: éstas son competencias de las provincias, en manos peronistas. Lo de cerrar el Banco central argentino, en una dolarización, es simplemente renunciar a la supervisión bancaria, cosa absurda que en ese contexto de moneda única es para lo único que sirve un Banco Central, véase el español.

Antes de ponernos a gritar me atrevo a preguntar a la izquierda española si queda alguna petrolera pública, alguna energética pública o qué fue de los medios de comunicación del Estado, en nuestro caso los escritos.

Se dice, con bastante razón, que si Milei quiere tanta privatización es porque necesita dólares para su gran medida que es la dolarización. Y antes de dolarizar hay que tener dólares que, hoy, Argentina no tiene.

Dolarizar, amigas y amigos, es como tener una moneda única en toda Europa. Se renuncia a la política monetaria nacional, se vinculan los objetivos de inflación, a cambio, eso sí, de mantener unas reglas fiscales que no devalúen de hecho la moneda. O sea, lo que nos pasa a los españoles.

No; no crean que defiendo la dolarización, ahora les digo por qué creo que de entrada no, pero sí apunto que convendría no escandalizarse por el objetivo, sino analizar su conveniencia a corto plazo.

Habrá que recordar que la supuesta izquierda en el gobierno argentino (el peronismo, yo no he dicho que fueran de izquierda) ya inició algo parecido con la llamada convertibilidad (un peso, un dólar), acabada en corralitos, precisamente porque no se cumplieron las reglas fiscales.

Dicho sea de paso, la economía argentina no es la norteamericana, ni su dimensión es la de las dolarizadas Ecuador, Salvador o Panamá. O sea una medida aparentemente razonable para un país puede no serlo para otro.

¿Por qué la dolarización es una idea que la economía no rechaza de entrada? Porque la inflación argentina supera el 100% anual. Vincularse al dólar, es vincularse a los objetivos de inflación de la Reserva Federal norteamericana. Eso es creíble sólo si, además de la política monetaria cedida, se acompaña de contención fiscal, para que me entiendan, menos endeudamiento.

Esto es lo que ha hecho fracasar la convertibilidad y, parcialmente, la dolarización en Ecuador. Los discursos de Milei sobre el adelgazamiento del Estado caminan en la dirección de un ahorro público dramático.

Pero lo grave no es sólo el endeudamiento del Estado (un 40% del PIB, que parece poco, pero es que no se cuenta la deuda de provincias –paralelas de las Comunidades Autónomas españolas-. Entre unos y otros han llevado al “default” (al impago de la deuda a Argentina) y la han expulsado del mercado de capitales, por lo que Milei no tiene dólares para dolarizar la economía argentina.

¿Por qué afirmo que, de entrada, la dolarización será un desastre? Existe en economía una expresión que dice “pegs and pain”, algo así como anclaje y dolor.

Los que hayan pasado por una facultad de economía un día o sean de los más viejos del lugar recordarán los severos sufrimientos del llamado Plan de Estabilización franquista, que sumió al país en el hambre y forzó la emigración económica más terrible que recuerde España.

En Argentina, la tasa de pobreza es del 40%. Sin endeudamiento, el Estado no puede atender esta situación social, entre otras cosas porque no hay prácticamente impuestos: los activos fiscales argentinos en paraísos fiscales superan el 48% del PIB. O sea, que no paga nadie.

Es por eso que al peronismo no le molestaba en exceso la inflación: la inflación aumenta la recaudación, como ha pasado en España.

Si Argentina paga en dólares, los argentinos y argentinas quieren cobrar en dólares. Pero no hay dólares: éstos vendrán de las privatizaciones. Y el control de la deuda provocará un deterioro de las condiciones sociales.

La estabilización requeriría pasos previos muy relevantes antes de empezar a anclar la moneda al dólar. La vinculación producirá, sin duda, dolor y muy alto. Será muy similar a los efectos producidos en Europa por la subida de los tipos de interés, derivados de que, si se mantienen los niveles de deuda, la prima de riesgo soberana será notable.

Habrá que recordar que la estabilización española después de la crisis del 92 se produjo casi una década después, cuando entramos en el euro –vinculamos nuestra inflación-, a golpe de privatizaciones y venta de licencias de comunicación, para cumplir las condiciones, y a una pérdida de capacidad adquisitiva, aquella mañana que pasamos de pagar por un café 166 pesetas, cuando el día anterior, pagábamos cien. No salvó que la caída de los tipos de interés nos permitió el endeudamiento familiar.

Dólar y dolor irán juntos. Milei lo sabe y sospecho que los argentinos y argentinas también. La izquierda de verdad verdadera también dirá que no es bueno y dirá que Milei debe darle a la máquina del dinero para que la inflación siga subiendo y echen a los argentinos del mercado de capitales definitivamente. Es la moderna teoría monetaria, que no es moderna ni es monetaria.

O sea, que Argentina pinta mal, con Milei o sin él, con Papa o sin Papa.

 

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