Campaña (7): la izquierda no debiera jugar al póker del mentiroso

Sostiene Sánchez que él nunca votó a favor de congelar pensiones; afirma Feijóo que lo del voto por correo huele mal. Sostiene Feijóo que en Galicia se invertía la intemerata en salud pública; afirma Sánchez que el PIB ha crecido cuatro veces más que Europa. Sostiene Sánchez que él nunca se negó al indulto ni nada tuvo que ver con “el sí es sí”; afirma Feijóo que calificaba miles de viviendas públicas. Todo mentira.

Como me parece haber dicho aquí, esta campaña va de mentiras eficaces. Y de recordarnos que los candidatos que se conocen nunca dicen la verdad. Desde el No a la OTANn a la champions League de la economía, desde pactando con Podemos no podría dormir a no indultaré, en la izquierda hemos acumulado mentiras históricas de campaña.

La lista de falsedades de Aznar o Rajoy o las citadas de Feijóo empatan la lista. Es sabido, pero a mí a fecha de hoy me importa el drama de la izquierda.

Los múltiples asesores de Sánchez y arbitristas de la izquierda, poseedores de la verdad verdadera en despachos que comparten con San Juan, siguen aconsejando a la izquierda que siga aireando el mantra de la mentira y el bulo. Pero en la izquierda, camaradas, tenemos un problema. Si os creéis a Tezanos, creedlo todo: el 61% de la ciudadanía se fía poco o nada de Pedro Sanchez.

No andan los extremos sobrados de mentiras, perdón de cambio de opinión, apunta Yolanda Diaz que, como era previsible y aquí se dijo debe radicalizarse para defender a su electorado, que Feijóo traerá recesión.

Probablemente, en cuanto la Unión Europea cambie las reglas fiscales, gane el que gane, se comerá el marrón. Comprenderán que, a diferencia de la abundante camaradería roja, no haga mención a las patéticas y delirantes afirmaciones de Abascal y sus conmilitones.

Los viejos roqueros de los noventa habrán visto en mi titular un homenaje a Michael Lewis que nos regaló, hablo de memoria, en 1989, un libro en el que nos contaba (yuppie arriba, yuppie abajo) cómo gente joven, no necesariamente cualificada, obtenían éxito en poco tiempo, “contra pronóstico” por cierto, acompañados por una notable ansia de poder. Exceso de soberbia.

No recuerdo, como he dicho, ningún candidato que no haya mentido. Lo que sí sé es que debatir sobre la mentira de los demás, con falta de credibilidad, no es buena estrategia. Otra cosa son las improbables ideícas programáticas, como trocear empresas para evitar el oligopolio en un mundo de campeones económicos. Pero de eso hablaré otro rato.

La izquierda, y me sorprende que solo este cronista lo vea, se enfrenta a un escenario perverso. Cansancio social, miedo al dirigismo político, medidas económicas que no se han diseminado socialmente, a pesar de lo que se dice, porque del BOE a las casas va un trecho, una administración paralizada, radicalismos de todo tipo y desprecio a la clase media.

Unas y otras cosas se traducen en que se ha volado el pacto social en el que se sostuvo la socialdemocracia y el resto de la izquierda tras la segunda guerra mundial. Nos preocupa mucho lo de incrementar pensiones, incluidas las máximas, pero a los vástagos de la clase media les negamos recursos, compensándolos con un “bonito” de vez en cuando.

Francamente, dudo de que ese pacto social no sea recuperable. Pero si ya hemos decidido dar por superado el estado del bienestar, es decir el de las prestaciones contributivas, por la asistencia universal (bonos, subsidios, herencias, etc) deberíamos dedicarnos a explicar eso con solvencia.

Debiéramos haber aprendido que, desde la derrota de Susana Díaz, no cuela anunciar que hordas de fascistas cruzarán los pirineos, no pasarán del 11% como mucho, con influencia decreciente, por cierto. Se les ha ido la mano hasta el ridículo. Ése es un miedo descontado. Como decía Raúl del Pozo, uno de estos días, en el PSOE están preocupados porque el PP no sangra cuando se cita a Vox.

También está descontada la agresividad radicalizada del presidente. No es que Feijóo sea moderado, es que el PSOE ha empujado hacia la izquierda a su electorado, abandonando el centro para competir al final con Yolanda Díaz, otra casa común se espera.

Preocupados por los mayores, la campaña está siendo, con la excepción a ratos y poco sostenible de Sumar, un abandono de los más jóvenes en manos de Abascal.

Preocupados con razón por la sostenibilidad, hemos abandonado el campo del trumpismo: los dañados por la transición ecológica, el medio rural, en manos de la extrema derecha.

La izquierda se refugia en las zonas más industriales, mientras deja las áreas de servicios (urbanas) al PP y la España despoblada a repartirse entre Feijóo y Vox.

No sé si hay ya tiempo para reconstruir el argumentario, esto debió hacerse al día siguiente de la decepción del debate. Pero antes que recurrir a “hacer sangrar” al PP, a convertirse en chequeadores de mentiras, terreno donde se es bastante vulnerable, quizá conviniera presentar un discurso de reconstrucción de la paz social. Y, sí, a la gente han dejado de gustarle los extremos, excepto a los que están en los extremos

Se siente. La izquierda no debiera jugar al póker del mentiroso.

 

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