Campoamor (4): matanza en Madrid, fascismo contra radicalismo, la debilidad del Gobierno republicano

Clara Campoamor ilustró de forma muy precisa el fracaso del gobierno de conciliación, que, según ella, pudo haber evitado la guerra civil. Al levantamiento de los golpistas se enfrentó la radicalización del Frente Popular, lo que embarrancó la propuesta conciliadora en torno al republicano más moderado Diego Martínez Barrio y se entró de lleno en una cruenta guerra civil de 3 años.

Lo que sigue son extractos del libro de Clara Campoamor La revolución española vista por una republicana, en la magnífica edición de Luis Español Bouché.

El fracaso del gobierno de conciliación

Clara Campoamor narra cómo, después del fracaso de Martínez Barrio, “se nombró un gabinete compuesto por los mismos miembros que el gabinete anterior [el gabinete non nato de Diego Martínez Barrio] pero con una sensible modificación: el presidente Casares Quiroga, que en razón de sus actividades resultaba poco popular, era sustituido por el Sr. Giral, miembro también de Izquierda Republicana y todavía más títere de Azaña que su predecesor” (págs. 43-44).

E insiste en que “el primer acto de aquel gobierno fue el de seguir distribuyendo armas al pueblo. Así, la suerte estaba echada. El gobierno republicano que, sin embargo, desde hacía cinco meses se sentía desbordado por los extremistas, tomaba deliberadamente la decisión más grave por sus consecuencias para el país. Dejándose arrastrar así por los socialistas —quienes siempre han afirmado que no querían ceder sin lucha como los socialistas alemanes— el gobierno entregó la España gubernamental a la anarquía” (págs. 43-44).

Así, “el nuevo gabinete ganaba con ello un genio militar, el estratega de la resistencia, el socialista Prieto, adjunto al presidente Giral a pesar de que su nombre no figurara en el gobierno, quien no dejaba ya el ministerio de la Guerra y dirigió completamente las operaciones a partir de aquel día” (págs. 43-44).

Triunfo en Madrid

El fracaso de los rebeldes en Madrid, con la consiguiente matanza por los republicanos de los defensores del Cuartel de la Montaña, es narrada así por Clara Campoamor: “En el momento de la insurrección, [el general insurrecto Fanjul, al mando del cuartel de la Montaña, en Madrid] incurrió en un acto siniestro. Arrancó de sus casas a todos los cadetes de Toledo de vacaciones en Madrid con la orden de presentarse en el cuartel de la Montaña. Sin embargo, entre aquellos muchachos había republicanos que, de haber podido elegir, no se habrían alineado en aquel momento con los insurgentes. Cayeron víctimas del fusilamiento general efectuado por el pueblo cuando entró en el cuartel. Así cuando el general Fanjul, condenado a muerte, fue llevado ante el pelotón de ejecución, se pudo ver a un jefe militar republicano, padre de uno de los jóvenes cadetes ejecutados por los milicianos y preso de una viva excitación, pedir un puesto en el pelotón encargado de fusilar al general. Favor que, por cierto, le fue concedido”.

La sublevación en Madrid fue vista así por Campoamor: “En Madrid sólo los guardias de asalto, la Guardia Civil y parte de la Aviación le fueron fieles [al gobierno republicano]. La Guardia Civil, por otra parte, se había puesto del lado de los alzados en varias provincias y, en la capital, las organizaciones obreras sentían por ella una enconada desconfianza”.

En ese sentido, Campoamor subraya que “las milicias socialistas y comunistas estaban ya organizadas. Habían recibido instrucción militar, desde hacía tiempo, y a espaldas del mando, por parte de oficiales, entre otros por un teniente de Ingenieros, Faraudo, asesinado en la calle, en el mes de abril de 1936, por el teniente de asalto Castillo, (asesinado a su vez antes de que lo fuera Calvo Sotelo), y por el teniente de la Guardia Civil Condés, el mismo a quien Calvo Sotelo se entregara, ignorando su afiliación política”.

  • [Según Luis Español Bouché, editor de esta edición del libro de Campoamor: “Aquí comete un error doña Clara. El capitán de ingenieros, que no teniente, don Carlos Faraudo y de Micheo, fue instructor de las milicias socialistas y estaba vinculado a la UMRA (Unión Militar Republicana Antifascista). Hallándose destinado en la Guardia de Asalto fue asesinado por elementos falangistas, en mayo de 1936. Véase Rubio Cabeza, op. cit. vol. 1. pág. 308. (N. del T.)”].

Pero prosigue Campoamor: “Esas milicias marxistas organizadas con miras a la revolución de octubre de 1934 habían seguido desarrollándose y el triunfo del Frente Popular se había limitado a sacarlas a la luz. Armadas, habían desfilado en prietas filas en Madrid, el primero de mayo [antes, por tanto, del alzamiento de Franco y Mola], con ocasión de la fiesta del trabajo, provocando altercados con los fascistas” (pág. 46).

La matanza del Cuartel de la Montaña

Así asaltaron los republicanos el Cuartel de la Montaña y llevaron a cabo la matanza de sus defensores, según lo presenció Campoamor: “Se desprendió de aquella lucha audaz algo digno de curiosidad. Pobremente equipadas, sin organización ni mando regular, con dos pequeños cañones bien situados, las milicias populares llevaron con ardiente exaltación el ataque contra el poderoso Cuartel de la Montaña y contra el parque de aviación de Cuatro Vientos. La Aviación tuvo un papel importante al bombardear durante dos horas el inmenso Cuartel de la Montaña. En su interior, los soldados opuestos a la sublevación consiguieron abrir una brecha a través de la cual se precipitaron los sitiadores. Los sitiados izaron la bandera blanca pero las fuerzas populares no respetaron la vida de los vencidos, a pesar de su rendición. Los vecinos de las casas colindantes oyeron con pavor una formidable descarga de fusiles, algunos minutos después de que acabara el tiroteo. En el patio del cuartel, apilados, los cuerpos de los rebeldes yacían acribillados de balas. En Cuatro Vientos se halló, entre otros, el cuerpo de García de la Herránz, ya sublevado en agosto de 1932. Los periódicos informaban al pueblo de que todos los oficiales, viéndose vencidos, se habían suicidado…” (pág. 46).

¿Fascismo contra democracia?

En las páginas 47 a 50, Clara Campoamor narra una serie de sucesos en los que algunos analistas modernos creen ver, en cierta forma, similitudes con la España actual bajo la férula de los populismos de extrema derecha y de extrema izquierda:

  • – (…) “Los simpatizantes de la sublevación han pretendido que el alzamiento no hacía sino adelantarse a la revolución social-comunista que debía desencadenarse en el mes de agosto. Lo cual parece sin embargo poco probable. Los extremistas no tenían motivos para rebelarse contra un gobierno que todos los días abandonaba un poco de su débil poder entre sus manos. Incluso se encaminaban rápidamente hacia la conquista total del poder y las facilidades que el Sr. Azaña concedía a esos elementos extremistas (sin embargo opuestos a sus propias opiniones, según él antimarxistas), les habría facilitado la introducción pacífica de la dictadura del proletariado”.
  • – (…) “Los insurrectos mostraron al principio muy poca unidad. Así, las emisiones radiofónicas de las diversas capitales sublevadas terminaban con himnos distintos: mientras que en Burgos se tocaba el himno fascista, en Sevilla se interpretaba el himno de Riego (himno nacional republicano) y en otras se tocaban simples marchas militares. Sólo al cabo de tres semanas dejó de oírse el himno de Riego sin que, por otro lado, se interpretara en todas partes el himno fascista. Lo mismo ocurrió con la bandera: en todas las provincias sublevadas siguió enarbolándose la bandera tricolor de la República. Sólo tras el 15 de agosto —un mes después del alzamiento— la bandera fue sustituida por la antigua bandera española, sobre la que se conservó el escudo republicano en lugar del escudo monárquico”.

En ese estado de cosas, Clara Campoamor se formula algunas preguntas de difícil respuesta, pero que en ella resultan casi proféticas:

  • “¿Fascismo contra democracia? No, la cuestión no es tan sencilla. Ni el fascismo puro ni la democracia pura alientan a los dos adversarios”.
  • “El triunfo de uno de los bandos no resolverá la cuestión del gobierno de España. El bando vencedor verá nacer luchas internas entre los partidos tan contradictorios que lo componen, pretendiendo cada uno de ellos cosechar sólo para sí los frutos de la victoria.
  • “No resulta por tanto descabellado prever que la lucha iniciada no supone más que una inmensa pérdida de energía ya que tras la victoria de uno de los dos grupos se recaerá en la agitación y el partido más fuerte acabará por vencer los demás, imponiendo una dictadura aplastante”.

TODAS LAS ENTREGAS;

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