No sé a qué lumbreras de Moncloa se le ha ocurrido lo del pajaporte para que los menores no accedan al porno. Supongo que al mismo que ahora quiere censar los pisos turísticos, poner una tasa de un euro al día a todo quisque que ose pisar el suelo patrio con animus vacacionandi y reducir la jornada hostelera a treinta y cinco horas semanales (la ViceBesiños no ha debido pagarse la carrera poniendo copas en un bar hasta las cuatro de la madrugada).
Puede que a muchos hasta les parezca buena idea, como lo de preguntar en Pornohub ¿eres mayor de 18? y que baste con decir sí para acceder al contenido. Ahora, como se han dado cuenta de la estupidez, proponen crear el pajaporte para poder darle al manubrio. Es otra gran idea: (morirá antes de nacer, ya verás) fichar a los masturbadores domiciliarios, como la majadera Carla Galeote. Veremos cuánto tardan en darse cuenta que basta con abrir TOR para que lo del pajaporte se quede en otra boutade del PijoAparte que nos gobierna.
Lo del censo de pisos turísticos da casi la misma risa porque sólo al que asó la manteca se le ocurre que va a funcionar, primero porque, al igual que lo del Pajero Documentado, hay una ley orgánica de protección de datos que se les va a atascar entre ojos y ojete; segundo, porque los pisos turísticos no son hoteles, a veces están y a veces no; tercero, porque el censo lo tendrían que hacer los ayuntamientos con dotación cero pelotero y, cuarto, porque el turismo es el oro de España y, en vez de atacarlo por todos los woki-frentes, lo que habría que hacer es descremarlo como mercado, mejorar la calidad media de quien nos visita -en Epcot, en Sausalito o en Bermudas no hay balconers ni ingleses borrachos en despedidas de solteros trip adviser all included-; subir el promedio de gasto por visitante y día e invertir en formación del personal de servicios.
Y como no se podrá hacer tal censo y mantenerlo actualizado sin gastarse inútilmente dinerales que los ayuntamientos no tienen, será otro pedo de un gobierno bastante pedorro: esta semana nos han informado de que el Tribunal Constitucional ahora pertenece al poder judicial (yo no me había enterado, cagoensots) y se ha convertido en tribunal de casación para enmendarle la plana al Tribunal Supremo, no sea que el poder judicial no les haga casito y haya que salir a vociferar que cualquier sentencia contra el criterio, gusto o capricho de Pedro Sánchez, mártir y santo en vida, es lawfare por la gloria’e’mi mare.
Por supuesto, Conde Pumpido (no confundir con George Pompidou) aplaude con las orejas la ocurrencia sanchizadora, comunicada con plena vehemencia por doña Alegría. O tal vez fue comunicada con alegría por doña Vehementia Plena, no sé.
Y sigamos para bingo: ahora las modositas Ione Belarra y Julia Otero quieren regañar a los franchutes por votar mal, tirar de las orejas a los yanquis por permitir presentarse a Trump, retirarle el saludo a los salvadoreños por elegir a Nayib Bukele, el bruto animal barbárico que ha conseguido en 4 años que su país pase de ser el más peligroso del mundo a uno de los más seguros, y expulsar de su Olimpito Woke a los argentinos por haber votado a Milei. Eso sí, a Maduro, Nico para ellas; o a Ortega, el bueno de Danielín para las chicas guerreras, ni tocarlos; son sagrados demócratas que saben que a “Jesucristo lo crucificó el imperio español” (sic) y, además, son amiguitos de Miguel Díaz-Canel, el heredero de los hermanos Castro que gobiernan Cuba desde 1959 tan democráticamente como un tal Franco que hubo por estos lares.
Y es que la posesión absoluta de la verdad es muy mala consejera, aunque dirijas un gobierno, un partido político al que votan 4 resentidos sociales o un programa de radio con ínfulas de sermón dominical en Vetusta.