Europa cambia, la izquierda se desvanece

Este fin de semana hubo algo más que Eurovisión y la llantina española –de ambos lados de la barrera- sobre el asunto Melody, “televoto”, etcétera: hubo un “superdomingo” electoral.

Es conocido el panorama de los principales árboles: gana el centro derecha, el populismo derechista crece, pero no gobierna, y la izquierda se desvanece. Pero, por si acaso a ustedes les interesa el bosque, déjenme darles algunos datos.

Polonia, donde la batalla no ha concluido, celebraba la primera vuelta de sus elecciones presidenciales. Los liberales europeístas del partido del Gobierno (presidido por Tusk), representado por el alcalde de Varsovia, de nombre tan impronunciable como imposible de escribir, han ganado la primera posición: obtienen el 31,4% de los votos.

La extrema derecha, antieuropeísta, competirá, en la segunda vuelta, a través del candidato de Ley y Justicia (29,5%), que contará con el apoyo de las dos fuerzas siguientes, también de extrema derecha, que han obtenido el 21,1% de los votos.

Por tanto, el candidato centrista ha de sumar el 5% de la otra fuerza liberal y esperar a los votantes de las dos fuerzas de izquierda que, sumados, han obtenido tan solo el 9,1% del electorado,

La izquierda más radical (Juntos) ha superado a los socialdemócratas. En suma, una situación parecida a la de Rumanía, antes de la segunda vuelta, con la diferencia de que no hay, apenas, ni bolsa de participación (han votado el 67,3% del electorado), ni diáspora en el exterior de la que tirar. Aquí la esperanza es hacer cambiar el voto de la extrema derecha.

Las presidenciales rumanas han dado una alegría a los europeístas: el nacionalista y reaccionario “proputin” ha sido derrotado: aquí sí con un aumento de la participación (12%) que permitió al independiente Dan, liberal y tecnócrata, superar el 54% de los votos.

Sorprendentemente, la diáspora, muy elevada -seis millones de votantes rumanos viven en el extranjero- no fue determinante como esperaba el derechista, solo votaron a los dos candidatos 250 mil votantes que, prácticamente, se repartieron por igual. Lo sorprendente es que 19 millones de votantes han abandonado a los partidos tradicionales cuya reputación política es deplorable.

Eso sí, si quieren precisar los cambios que se extienden por Europa, las elecciones portuguesas nos añaden nuevas pistas a las dos comentadas (faltan por asignar los cuatro diputados del exterior).

El bipartidista régimen de la revolución de los claveles (50 años) ha saltado por los aires, debido fundamentalmente a la debacle de la izquierda: los socialistas pierden un 5,20% del electorado (el partido del Gobierno ha ganado 3,44, la participación se ha reducido en un 1,85%, sumen y encontrarán el voto socialista).

La extrema derecha ha ganado doscientos mil votos, más o menos como el centro derecha. ¿Qué ha pasado con las otras izquierdas?

Pues miren ustedes, los comunistas han perdido un diputado, el Bloque de Izquierdas 3 y Libre, la enésima escisión a la izquierda de los socialistas, resiste. Los tres partidos a la izquierda de los socialistas no superan el 10% y ninguna supera el 5%. Lo que hay.

El voto de las tres elecciones revela, en primer lugar, una preocupación económica –más allá de la castigada Rumanía-. Polonia y Portugal no logran que el crecimiento macroeconómico se note en la renta personal. En Portugal, como en España, crece el PIB, pero no la renta “per cápita”, los salarios no llegan, la vivienda está imposible y la emigración es el futuro para los más jóvenes.

Igual que la corrupción no le quitó votos al presidente socialista en las anteriores elecciones, tampoco se los ha quitado al actual presidente de centro derecha: es la economía y la distribución. Y en ese campo, la izquierda social no resulta creíble para los más jóvenes y, también, en el centro derecha, se observa una fuga generacional a las formaciones más radicales de la derecha, que compensan con voto socialdemócrata.

El envejecimiento de la población se acompaña de una desafección política que está pagando, en primer lugar, la izquierda política.

Crece la radicalidad de la extrema derecha; pero la gente no quiere que le gobierne, solo que esté.

La falta de explicación y regulación de algunos fenómenos (inmigración), el exceso “woke” que se ha hecho irrespirable para muchos jóvenes, la creciente aglomeración urbana que deja a las ciudades intermedias rurales en riesgo de desaparición, el estado de inseguridad en que se nos mantiene alargando los conflictos, la cancelación de discursos (son los mismos los que piden expulsar a Israel que quienes pretendieron cancelar los discursos conservadores antaño) son cuestiones que explican el voto, además de la economía.

La izquierda se desvanece porque no tiene respuesta a esas preguntas y, si me apuran, a otra más importante: ¿qué pasó con la realidad?

No cabe duda de que el Gobierno israelí tiene un comportamiento genocida, pero ¿tan difícil es hablarle a la gente de Hamas, a los que hace dos días llamábamos terroristas? ¿Esa teoría del muro no estará siendo entendida por los más jóvenes como que la discrepancia es más posible en la derecha? ¿Por qué en lugar de pensar en aumentar las filas, la izquierda piensa en reducirlas a la pureza? ¿Por qué las ideas del muy izquierdista movimiento antiglobalización han sido asumidas por la extrema derecha?

Soy demasiado mayor para presumir de certezas, pero me atrevo a sugerir a los futuros líderes de la izquierda que deberían pensar en responder a esas preguntas. Mientras tanto, Europa cambiará, pero la izquierda se desvanecerá.

 

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