Herederos de ETA y la democracia

De los 853 crímenes cometidos por ETA, el 44,4% (379) siguen impunes, se desconoce el autor o autores de los mismos y, pese a ello, el Gobierno pretende enterrar su memoria con un espeso manto de desprecio, silencio y olvido. Se destinan fondos a campañas sobre crímenes de hace 85 años de un bando contra otro en un escenario de Guerra Civil pisoteando el espíritu de la Transición, mientras se niegan fondos a la investigación de crímenes más recientes cometidos la mayoría en democracia. El dato de impunidad no habla bien de la eficacia de políticos, jueces, fiscales, guardias civiles y policías que tantas medallas se han colgado combatiendo a ETA (algunas justamente, muchas no), pero quien más se ensucia por su desprecio a las víctimas y respaldo a los asesinos es el gobierno de Pedro Sánchez.

Decenas de miles de ciudadanos vascos (las cifras varían entre 60.000 y 200.000) fueron expulsados de su tierra por las bombas, secuestros, amenazas y a punta de pistola, configurando un censo electoral fraudulento al servicio de un sistema político nacionalista desde la década de los 80. Se permitió el destierro de ciudadanos amenazados a mayor gloria del nacionalismo y los terroristas, sin que PSOE y PP respondieran en defensa de la democracia y los derechos políticos con leyes electorales en una situación extraordinaria. Los cobardes y cómplices de los asesinos se quedaron todos y hoy deciden el panorama político municipal, autonómico y a veces, como ahora, el nacional. Desde este punto de vista, ETA ha ganado.

Por aquel tiempo, el 15 de mayo de 1980, fueron asesinados tres policías en San Sebastián cuando desayunaban en un bar tras salir de servicio de noche, siendo de los 379 sin autor conocido. Uno de los tres era José Manuel Rodríguez Fontana, mi compañero de litera en la academia de Badajoz. Tenía 24 años y no llevaba dos meses en el País Vasco. Ingresó en la academia en septiembre de 1979, no aprobó el curso y repitió entre enero y marzo de 1980, cuando coincidimos. Su novia era dirigente sindical y pensaban casarse pronto.

La primera manifestación en España contra ETA de un sindicato de clase fue convocada en Almería por CCOO. También conocí personalmente a Moisés C. Herrero Luengo, hicimos algunos servicios juntos en la inspección de guardia de Chamartín, él de inspector en prácticas, asesinado en 1985 en Algorta de un tiro en la nuca delante de su hijo de tres años al que llevaba de la mano; conocí a José Antonio Montes Gila, cabo de la dotación de un coche zeta del distrito de Chamartín, asesinado en la carretera de Alcalá Meco con una bomba el 8 de mayo de 1989.

Siendo responsable sindical mantuve un discurso muy crítico contra el brazo político del terrorismo, entonces Herri Batasuna, y entre los años 1992 y 2002 aparecí en cuatro listas como objetivo de ETA en grupos desarticulados en Valencia, Madrid, Sevilla y Madrid, respectivamente, tras una polémica con Jon Idígoras en 1991, quien se sintió amenazado por mis declaraciones y me denunció ante la fiscalía general del Estado.

A finales de la década de los 90 Aznar trató de acabar con ETA negociando. En 1998 y 1999 liberó a decenas de terroristas con amplias condenas, uno de los cuales dos años después de su excarcelación asesinó al concejal socialista Juan Priede. Dejó claro que no estaba ni arrepentido ni reinsertado. ¿Por qué fue liberado? Aznar dijo cosas como:

– “Si los terroristas dejan las armas sabré ser generoso”, 03.03.1998;

– “Ya he dicho que el Gobierno está dispuesto a acompasar la política penitenciaria a los avances que se produzcan en el proceso de paz… en ese momento se darían las condiciones para que los partidos firmantes del Pacto de Ajuria Enea se pusieran a desarrollar los compromisos de ese pacto en materia de reinserción, que es otro aspecto más de la política antiterrorista”, 11.10.1998;

– “El Gobierno y yo personalmente he autorizado contactos con el entorno del Movimiento Vasco de Liberación…”, 03.11.1998;

– “Tomar posesión de un escaño siempre es preferible a empuñar las armas”, 18.12.1998;

– “Si no se producen los contactos es porque ETA no quiere. No hay ninguna otra razón», 10.09.1999.

Sus colaboradores también hablaban. Ricardo Martí Fluxá, secretario de Estado de Seguridad decía el 27.11.1997: “… No podrá haber nunca ni vencedores ni vencidos. La palabra rendición total es profundamente ajena a lo que puede suponer la posición del Gobierno en torno a ETA”.

Miguel Sanz, presidente de Navarra con UPN: “Si ETA abandona las armas se podría hablar y negociar y ahí Navarra va a estar y será generosa».

Mariano Rajoy, 12.11.1998: “Los contactos los llevaremos directamente y sin intermediación”.

Ningún familiar de víctimas de ETA, algunas asesinadas en fechas relativamente cercanas a las excarcelaciones de terroristas, las criticó. Pocos años después, algunos de esos familiares recuperaron el habla insultando con gruesas palabras a Zapatero por pretender lo mismo que Aznar: que ETA dejara de matar.

En 1998-1999, en dos editoriales de la revista (10.000 ejemplares), el sindicato policial mayoritario del que yo era secretario general dijo que apoyaba al Gobierno de España para que acabara con el terrorismo, en el bien entendido de que un gobierno fuerte impondría sus condiciones a los terroristas y no al revés. No hubo ni una sola crítica o queja de los aproximadamente 28.000 policías afiliados entonces (fueron 33.000 años después). Zapatero, jefe de la oposición, firmó el año 2000 el Pacto por las Libertades y Contra el Terrorismo apoyando a Aznar. Todos tras el Gobierno frente a ETA.

Conocí a Zapatero en 1994 cuando era diputado y se encargó de negociar la ley de segunda actividad. A raíz de ello mantuvimos contactos y me reuní con él algunas veces en el Congreso y en Ferraz cuando accedió a la secretaría general del PSOE. En 2003 estuve en la catedral de Pamplona en el funeral por dos compañeros asesinados por ETA. Llegaron Aznar y Acebes (aplaudidos), Llamazares (silencio) y Zapatero (silbidos y abucheos); los aplausos a los miembros del Gobierno que liberaba terroristas de la banda que había asesinado a dos policías y amputado las piernas a un tercero, y los silbidos al líder de la oposición que apoyaba al Gobierno sin ninguna crítica por esa gestión me hicieron desistir de entrar en la catedral. No quería arriesgarme a que me infectara un virus fanático que hacía actuar a los seres humanos como alimañas rabiosas ignorando el comportamiento racional de la especie. Me pareció un insulto a los muertos y sus familias.

Participé en el programa electoral del PSOE de Interior en 2004; al llegar a la presidencia Zapatero me invitó a algunos actos y cafés en Moncloa y en uno de ellos, antes del atentado de Barajas, me contó que ETA se acababa definitivamente. Las visitas a Moncloa acabaron cuando llegó Rubalcaba; no le gustó que Zapatero dijera que tenía un amigo en la policía, pensó que podía haber interferencias, con apoyó de los demás sindicatos trató de aislarnos y hasta quiso “moverme la silla” sin conseguirlo (en AUGC le salió bien contra Perpinyá). Rubalcaba es el peor enemigo en la discrepancia y cuando tuvimos que entendernos fue el mejor aliado en el acuerdo. Antes de Rubalcaba, con el ministro Alonso, todos los sindicatos firmamos un acuerdo de incremento salarial entre 2005 y 2008 del 10,5%, además del IPC para policías, guardias civiles y funcionarios de prisiones. De relaciones políticas tormentosas, ETA y otros varios asuntos (GAL, “Faisán”, 11M, torturas, corrupción…) escribí un libro que espero vea pronto la luz, abarcando desde la manifestación ilegal de policías y guardias civiles de diciembre de 1976 hasta el pasado año 2022.

El PP devolvió a Zapatero su apoyo a la negociación de Aznar acusándolo de chapotear en la sangre de los muertos (Rajoy). Su propuesta al Congreso de los diputados, más exigente que los seis pactos políticos anteriores que había suscrito el PP, fue rechazado por la derecha porque querían ser ellos quienes acabaran con ETA.

Por tener la misma posición frente al terrorismo con el gobierno socialista que con el popular mi sindicato tuvo más de 1.000 bajas de afiliados ese año; una crisis que afronté con una maratón de asambleas en toda España entre 2005 y 2007, a las que acudí con todos los acuerdos firmados por el PP y el PSOE sobre ETA, las dos editoriales de la revista sobre la negociación de Aznar, el acuerdo del Congreso de 2005 de todos los grupos excepto el PP y otros documentos. Expuse la lógica de que un sindicato de policías apoye al Gobierno frente a una banda terrorista, poniendo en evidencia la contradicción de pretender que se hagan cosas distintas ante el mismo acto según el color político de quien gobierne.

También de esta situación aprendí cosas: policías, periodistas y políticos que callaron ante un Gobierno y gritaron con ojos inyectados en sangre ante otro por hacer lo mismo. Algún sindicato me llamó amigo de terroristas, colocó carteles en las comisarías y editó revistas con mi fotografía junto a Zapatero y Txapote. No les sirvió porque después de aquella campaña tuvimos más votos y afiliados. Ni el aliento de Rubalcaba, la Junta Electoral y la unidad de dos sindicatos sirvió para derrotarnos en las elecciones sindicales de 2007. Insultar la inteligencia de otros puede tener consecuencias negativas para quien lo hace. Un dirigente de uno de los sindicatos que hizo esta campaña fue después miembro de la dirección nacional del SUP y “mano derecha” de la secretaria general, consiguiendo ambos que el sindicato bajara de 7 a 2 vocales en el Consejo de Policía.

La realidad es tozuda y en las elecciones municipales del próximo 28 de mayo Bildu presenta a 44 miembros de ETA, siete de ellos autores de crímenes y 37 cómplices por vigilar, informar y colaborar en los atentados. Alimañas tan infames como quienes los votan. Esto es posible porque los gobiernos de PSOE y PP no han hecho los deberes en defensa de las víctimas y sus familias, ni han defendido la dignidad del Estado ni la justicia para sus servidores. Nada que pase con los representantes políticos de ETA, ni estas candidaturas, los homenajes a sus asesinos, ni el desprecio a las víctimas y sus familias es ajeno a la negligencia de ambos partidos políticos y de otros que los secundan.

El PSOE siempre tuvo un comportamiento éticamente más digno que el PP en esta materia de no usar políticamente el terrorismo, hasta que el sanchismo pactó con Bildu y se opuso en el parlamento europeo a que se investiguen los crímenes de ETA sin esclarecer. El PP plantea ahora una ley que impida la prescripción de los delitos de terrorismo considerándolos de lesa humanidad y prohibiendo homenajes a los terroristas a rebufo del parlamento europeo y la nueva situación política: está en la oposición. En su propuesta no regula prohibir que puedan ser candidatos los condenados por terrorismo, deberían añadirlo, buscar el acuerdo con el PSOE y si el pacto no es posible y tiene mayoría aprobarla, porque es una norma necesaria para fortalecer el Estado y la nación. El terrorismo y su derrota inapelable, policial, política y social debe ser un asunto de prioridad nacional; si el PSOE mantiene sus alianzas con Bildu y otras excrecencias políticas debilitando el Estado y la nación habrá dejado de ser útil para los españoles. El PP tal vez por fin, decida mantener una posición idéntica en la oposición y en el Gobierno y los españoles y los familiares de las víctimas lo agradeceríamos, porque el Pacto del Majestic de Aznar con Pujol y los siete años de Rajoy no infunden ninguna confianza.

Javier Maroto, alcalde de Vitoria 2011-2015 y hoy portavoz del PP en el Senado defendía pactar con Bildu como con cualquier otro partido político. ¿Lo mantendrá hoy? Lo mismo decía Borja Semper, de reciente incorporación a la dirección nacional del PP. Que Bildu presente condenados de ETA es una ignominia solo posible legalmente por la indigencia moral de PP y PSOE. Con leyes justas se puede impedir que ningún condenado por terrorismo pueda concurrir en una candidatura y también los actos de homenaje que reciben, síntomas ambos de que ETA en amplios sectores sociales del País Vasco ganó su “guerra” y que el Estado, su clase política, se ha rendido. Un Estado inmoral y cobarde que pacta con terroristas y desprecia a quienes murieron defendiendo la nación, la Constitución, la democracia, la libertad y el Estado de derecho.

 

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