La Diada de los flojos y el golpismo de Aznar

Sostiene la portavoz del Gobierno que Aznar es un golpista. La razón no es sólo que se opone a la amnistía que corrija a la justicia española –y a la posición del Gobierno hasta las últimas elecciones- en relación con el referéndum unilateral, hasta ahora ilegal, sino que, escandaloso, ha llamado a ejercer el derecho de manifestación.

La Señora portavoz, llamada a ser ministra un día de estos, ha tenido con toda seguridad días más felices en sus reflexiones, pero la cosa tiene su miga.

Una manifestación legal es golpista, un referéndum unilateral pasa a ser conforme a derecho, cuando antes de las elecciones, según la propia portavoz y todo el gobierno, era ilegal: lo ha dicho Page que es socialista, aunque sospechoso de proximidad a VOX, al igual que Felipe González, según el socialismo realmente existente.

Todo esto se produce cuando se ha celebrado una de las Diadas, fiesta nacional catalana, más flojas. Una sosadita de manifestación, sin cubos de basura quemados ni nada y con la Asamblea Nacional de Cataluña, portavoz de los hiperventilados, de mosqueo.

Digamos que esta debilidad tiene que ver con una situación política que ya las elecciones detectaron: un triunfo de los socialistas, una caída dramática de los nacionalistas. También es probable que el dinero que llegaba a los hiperventilados, a través de cohechos y malversaciones varias, se haya gastado en distintas fianzas.

La bronca entre las fuerzas nacionalistas también ha ayudado a la debilidad de la Diada que parecía el día de los morros.

La verdad es que entre unos y otros las negociaciones, especialmente en lo que ahora se llama bloque progresista, están marcados por la opacidad y falta de transparencia. Hecho que ha permitido al fugado en Waterloo ocupar el centro del escenario.

Puede debatirse si el PP se anticipa al potencial chalaneo de “indepes” y progresistas, que quizá debiera construir un discurso de contenidos programáticos, más aún en la perspectiva de una repetición electoral, o que la abundancia de portavoces difumina la imagen de Feijóo. Pero, en cualquier caso, esto llevamos diciéndolo desde que al líder del PP le entró el bajón electoral.

Dicho sea de paso, esto tampoco constituye un discurso político de los progresistas, lanzados con escasa preocupación, desde el primer día, a dar por hechos acuerdos generalizados, foticos inconvenientes, negociaciones de bandas varias y cabreos entre Yolanda y sus viejos camaradas.

Se rumorea en los ámbitos del PSOE, y cada vez que habla un barón socialista se nota más, que los socialistas ya no tienen miedo a un adelanto electoral, debido probablemente a que perciben una corriente de voto útil y una potenciación del bipartidismo en la que una potencial resistencia de VOX puede ayudarles.

Claro que, en ese contexto, insistir en el asunto del llamado “alivio penal”, la amnistía para los mortales, parece que no es muy oportuno: se pueden mantener los excelentes resultados en Cataluña, aunque los de Junts mejorarán una vez que Yolanda ha puesto en el escenario a Puigdemont.

Por el contrario, el asunto irritará al constitucionalismo catalán, debilitará el voto a la izquierda en España y mantendrá la tensión del votante de Vox.

La cuestión es que ni la Diada de los flojos ni el golpismo de Aznar tienen que ver realmente con la gobernación de un país lleno de problemas de toda naturaleza. Pero por qué hablar del aceite de oliva, teniendo un fugado en medio del teatro.

 

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