Fue ver un centenar largo de misiles iraníes volar sobre Tel Aviv y mirar la tabla de precios petrolíferos y todos los portavoces habituales europeos se pusieron a reclamar la paz inmediata. Nuestros habituales ilustres oradores acudieron, a la sindicalizada tertulia de RTVE, “como siempre a pronunciar sus discursos, a decir sus razones”.
Es verdad que, al día siguiente, viendo que el petróleo bajaba y los saudíes afirmaban que si los rusos se ponían muy pesados, ellos aumentarían producción para bajar los precios y fastidiar a los productores de gas que los habían aumentado, los habituales portavoces europeos pasaron a lo que más les gusta: cuidar su ombligo.
Cabe recordar que hubo un tiempo en que en Europa se celebraban Conferencias de Paz sobre Oriente Medio e, incluso, se participaba en las negociaciones sobre la amenaza nuclear de Irán. Estos días, cuanto todo parece al borde del colapso, la Unión, sin aparente liderazgo y sin propuestas escuchables por las partes sólo se mira a sí misma.
A un año prácticamente de los atentados de Hamas y la desproporcionada respuesta del Gobierno israelí, la Unión Europea ni está ni se les espera.
Entre reconocimientos unilaterales de Palestina, palabras en el vacío de Borrel y la ignorancia de los agentes en presencia, aquí solo preocupan las cosas de las respectivas aldeas, empezando naturalmente por la inmigración que, por cierto, se lanzará al continente a medida que la guerra y los bombardeos aumenten.
Hasta el silencio podría parecer coherente en la Unión hasta que se mira al Sur de Europa. Muchos temían que las elecciones europeas marcaran el comienzo de un período prolongado de caos y parálisis interna, pero el centro proeuropeo logró mantenerse.
Los gobiernos de la UE llegaron a un rápido acuerdo sobre los nuevos nombramientos para los puestos más importantes en Bruselas, con un trío europeísta y bastante equilibrado (Von der Leyen, Antonio Costa y Kaja Kallas). No es menos cierto que los nacionalismos populistas no dejan de ensombrecer esa perspectiva.
Draghi, como les dije aquí, ha puesto sobre la mesa una advertencia notable y grave, un auténtico programa de gobierno. El problema es que quizá es demasiado ambicioso para el nivel de los políticos del momento. Desde los liberales alemanes a los euroescépticos ya han empezado a ponerle peguitas.
Pero si esto es malo, la ausencia de ideas sobre lo que se llama “Sur Global” es todavía peor. En realidad, se extiende la convicción de que ese mundo sólo produce inmigrantes indeseados de los que hay que protegerse, porque alimentan el nacionalpopulismo.
La Unión Europea atrapada entre el “buenismo” ausente y los constructores de muros es incapaz de construir una regulación razonable de los flujos migratorios que, por otra parte, se necesitan para compensar el envejecimiento y el retroceso de la población.
Esa ausencia sobre lo que acontece se vuelve a notar en la carencia de propuestas sobre la guerra regional que amenaza en Oriente Medio, y por ende al mundo.
Hay Gobiernos que reciben felicitaciones de Hamas (España), mientras otros financian a Israel (Alemania). Esa división ha contribuido a que Macron (una excepción europea, explicable porque no tiene nada que hacer) y Biden apenas hayan podido avanzar en acuerdos de paz entre Hizbulá e Israel, en Gaza o, ahora, en Irán.
Naturalmente, Netanyahu no está muy animado al asunto, sobre todo ganando popularidad que igual le libra de la cárcel, pero la Unión no ejerce ninguna iniciativa que no sea el viejo retorno a las teorías de los dos estados, ahora imposible, o los temores a los Chiís –ante el notable silencio de los sunies, por cierto-.
Y se está dejando a rusos y chinos que mejoren sus relaciones con el Sur lo que amenaza el riesgo de convertir Europa en una aldea más cerrada y ajena a lo extranjero, con la diferencia de que la situación económica, climática o tecnológica no permiten el balneario del estado del bienestar que tanto se reclama, mientras sus inventores, la vieja socialdemocracia se desvanece.
Von der Leyen ha nombrado a un nuevo comisario para el Mediterráneo y hay otro para las Asociaciones Internacionales, que se centrarán, principalmente, en África. Pero no sabemos para qué servirán
Hasta ahora, la UE ha prometido mucho en euros y no ha cumplido casi nada. Se dedica a la regulación y el proteccionismo, empujado por sectores muy dañados por la globalización, entre ellos los agricultores y la vieja industria, pero que hacen imposible acuerdos políticos en África y, lo más dramático, dificulta el desarrollo de esos países impulsando olas migratorias desreguladas.
Todo esto ocurre mientras no se vislumbra un fin a la destrucción de Gaza. La violencia aumenta en Cisjordania e Israel ha pasado a una guerra total contra el Líbano (y tal vez Irán).
Tras meses de división sobre la cuestión de un alto el fuego en Gaza, la UE está de acuerdo en que debería haberlo, pero casi ningún miembro está dispuesto a hacer algo al respecto (por ejemplo, suspender la venta de armas a Israel o reconocer el carácter terrorista de Hamas, Hizbulá u los hutíes). Habrá aún menos interés en ello a la luz de la confrontación directa entre Israel e Irán mientras Israel no cruce la línea roja del uranio.
Cada oportunidad que Europa tiene de intervenir se mira al ombligo, para decirse que las crisis de precios, las cadenas de suministros y los tipos de interés son lo que hace falta mantener a toda costa. De lo demás que se ocupen otros. La pena es que con guerra será difícil mantener esos tres logros.