Es un lugar común decir que Pedro Sánchez se halla en el momento más difícil de su mandato. Y eso que ha querido desembarazarse de los casos de corrupción en su partido por la brava. Aun antes de ser juzgados, condenó a Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García y les dedicó los peores insultos: “corruptos”, “sinvergüenzas”, “delincuentes”, como si así pudiese poner un cortafuegos con los tres de la banda.
No ha sido así y el presidente del Gobierno, acorralado ya por presuntas corruptelas de su entorno familiar, no ha podido aislar a su partido de las sospechas de estar pringado en los turbios negocios de sus ex dirigentes. Así que los 924 asesores que tiene e Ejecutivo, que para eso están, se han puesto a idear fórmulas en las que prime la política internacional del Gobierno sobre los asuntos domésticos, al tiempo que usan un argumentario completo de descalificaciones a la oposición con el “tú más”, como si eso pudiese tranquilizar a la ciudadanía.
Siguiendo ese blanqueamiento de la conducta de su partido, no le bastará al PSOE, con cambios más o menos cosméticos del aparato de dirección, porque las dudas, sospechas y corrupciones ciertas están afectando además a la acción de gobierno. Y eso se refleja también en la prensa internacional, que habla de un Pedro Sánchez acabado o camino de estarlo.
Así que no le va a quedar otro remedio al presidente que remodelar el Consejo de Ministros, demostrando que tiene la sartén por el mango y que un nuevo equipo es capaz de enmendar el desaguisado actual.
Lo tiene difícil, no obstante, Sánchez para enjaretar un Ejecutivo viable. Hay ministros con una pésima gestión, como el de Transportes, Óscar Puente, pero que es el más activo a la hora de insultar a la oposición, lo cual resulta un mérito. Otros ministros usan su cargo como modo de darse a conocer a su próximo electorado en los comicios autonómicos, donde van como cabezas de lista. Es el caso de María Jesús Montero, Óscar López, Pilar Alegría o Diana Morant, con lo que la capacidad de maniobra de su jefe queda mermada. Luego viene la necesidad de componendas, tanto de género como territoriales, lo que añade nuevas limitaciones a la hora de hacer cambios.
Aun así, no le quedará más remedio al presidente del Gobierno que hacer la remodelación del Ejecutivo si, como dice, desea agotar la legislatura, Lo tiene complicado, el hombre, a la hora de cuadrar el círculo, pero antes que después los cambios del Gobierno serán un hecho.