Los ricos oligarcas abandonan al cobarde Trump

Es probable que a Trump no le gusten los tacos, es comida de emigrantes mejicanos. Donald será más de hamburguesas, en barbacoas de gasolina, por un poner. Pero el TACO ya no es una comida de potenciales expulsados, es un acrónimo que significa “Trump always chickens out”, algo así como convertirse en pollo o, para entenderlo en nuestra lengua, Donald es un “gallina”.

Un columnista del Financial Times (Robert Amstrong) lo publicó el pasado 2 de mayo, solo tenía la intención de revelar cómo los mercados reaccionan ante la caótica política de Trump y este retrocede, cual cobarde. Una observación que se ha hecho famosa (éste es el momento en que el gremio de cronistas sacamos pecho) y que, cuando se le recuerda a Trump en ruedas de prensa, produce su monumental enfado.

En algunos frentes, en particular el migratorio, la administración Trump ha desafiado una lluvia de críticas y varias órdenes judiciales, pero continúa su patética agresión a los derechos humanos. Sin embargo, en los mercados financieros, la pauta es clara: una postura inicial dura es seguida por una retirada considerable.

Las reducciones parciales de la deuda a menudo han sido seguidas por la caída de sus precios, lo que ha incrementado los costos de endeudamiento del gobierno estadounidense, una dinámica que podría exponer a la mayor economía del mundo si no se controla. Especialmente, cuando ha aprobado un déficit público abrumador que ha molestado mucho a los estimados oligarcas, empezando por Elon Musk, cuya empresa y fortuna están sufriendo los costes del trumpismo.

Tras un año de efusivos elogios y muestras de cariño mutuo, quién dijo que los chicos no pueden ser hermanos, Elon Musk y Donald Trump han hecho estallar su alianza política de forma dramática esta semana. La ruptura, muy pública, ha incluido, entre otros momentos destacados, la acusación de la persona más rica del mundo al presidente de Estados Unidos de asociarse con un conocido delincuente sexual. Trump dijo que Musk había “perdido la cabeza”.

Musk respondió anunciando que comenzaría a desmantelar la nave espacial SpaceX Dragon, de la que la NASA depende para misiones de transporte, aunque posteriormente revirtió la decisión haciéndose, también, un TACO.

Si bien el episodio en curso tenía el tono de un reality show sensacionalista, la disputa entre Trump y Musk volvió a exponer el peligro de poner bienes públicos clave en manos de empresas privadas controladas por multimillonarios impredecibles. Puso de relieve cómo algo como los viajes espaciales, antaño una empresa nacional alabada y colectiva, ahora puede verse casi completamente descarrilado por los caprichos emocionales de un solo oligarca.

La alianza entre Musk y Trump ya había alimentado meses de preocupación por la corrupción y la exigencia de investigaciones sobre el uso que el director ejecutivo de Tesla hizo de su cargo en el gobierno para beneficiar a sus empresas.

La ruptura ha puesto de relieve otro riesgo de los profundos vínculos de Musk con el gobierno, donde los servicios que presta pueden convertirse en daños colaterales en disputas interpersonales. Decenas de miles de millones de dólares penden de un hilo en su lucha.

Pero hay un fondo extraordinariamente político y social en esta batalla: los ricos han abandonado MAGA (Make America Great Again). La empobrecida clase media norteamericana se está desembarazando de los trabajadores pobres y ahora se queda sin burguesía: no hay nación que se construya así.

Si los ricos huyen del populismo nacionalista ¿quién hará grande a América? Es el mismo horror al vacío que sufrieron los “indepes”, cuando las empresas trasladaban sus sedes, los inversores se iban a Madrid y la dependencia del Gobierno es hoy mayor que antes.

Los oligarcas han jugado una partida que no les ha salido bien. Los alegres muchachos blanquitos (no había muchachas, salvo las acompañantes) hicieron unas risas, abandonaron el campo al ver que no pillaban y dejaron a Elon solo. Ahora, el último ricachón abandona el barco y el movimiento populista se sume en el desconcierto: ¿Qué será de nosotros sin los bárbaros? Susurran los populistas,

Elon puede creer que su dinero compró las elecciones presidenciales y la Cámara de Representantes, pero no le ha ganado el cariño, la lealtad, ni siquiera el temor de muchos congresistas republicanos en el Capitolio. La mayoría de los republicanos se decantaron por “la gallina” de la Oficina Oval, que ha demostrado una comprensión infalible de las tácticas de intimidación

Sin embargo, aunque el vínculo entre la cima del poder y la cima de la riqueza se ha roto, la política sigue estando esclavizada al dinero, y eso es lo que desconcierta al movimiento MAGA. El enfoque de Trump es particularmente nocivo: convierte la riqueza directamente en favores políticos y poder y el poder en más riqueza. Éste era el nuevo oligopolio. Pero ahora se ha quedado sin un agarradero que podría irse, con toda tranquilidad, a los demócratas. Siempre hay alguien que no pierde y los populistas tiemblan.

 

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