No se puede

No se puede incluir en un Gobierno democrático a quienes quieren acabar con la democracia, el régimen del 78 y su monarquía. Una vicepresidenta cuyo modelo de sociedad es la dictadura cubana y su ejemplo político, el dictador Fidel Castro; un ministro de Consumo celebrando el aniversario de la dictadura comunista en Alemania del Este; un secretario de Estado declarando que, dándose las mismas circunstancias, acudiría a Zarzuela a asesinar a la familia real española como hicieron los bolcheviques con el zar de Rusia.

No se puede pisotear la Transición ni su espíritu de concordia cambiando la historia desde la revancha porque vuelven las dos Españas. Largo Caballero, líder ejemplar para el presidente del Gobierno y su partido, expresó reiterados alegatos públicos contra la democracia “burguesa” de la II República tratando de derribarla para imponer una dictadura del proletariado brutal, a imagen y semejanza de la que existió en la URSS. Un Gobierno democrático no puede manipular la verdad ni la memoria.

No se puede mantener un gobierno democrático mediante pactos con quienes quieren dividir el Estado y la nación; no se puede mantener una estructura gigante despilfarradora al servicio de la clase dirigente, con aviones, coches oficiales, chiringuitos, nepotismo familiar y de amigos con salarios obscenos, mientras hay cientos de miles de personas en colas de hambre (muchos, trabajadores con salarios indignos), cinco millones de personas en listas de espera sanitaria y 13 millones en el umbral de la pobreza.

La estructura del Estado debe ser eficiente, la mayor eficacia al menor coste y estar orientada para servir a la ciudadanía, no como empresa de colocación de la clase dirigente y los suyos. Desde la oposición no se puede plantear rebajar impuestos a millonarios y grandes empresas (eléctricas, banca y otras) y que pierdan poder adquisitivo los jubilados, la mayoría con pensiones de mil euros/mes o menos, que pasan el invierno protegiéndose con mantas por su pobreza energética.

Desde el Gobierno no se puede organizar durante años una campaña criminalizando a los hombres por asesinar a sus hijos (crímenes vicarios), cuando hay más asesinados por sus madres, ocultando y manipulando la verdad por interés partidista. Si todos quienes piensan distinto al Gobierno y sus altavoces son criminalizados y etiquetados de fascistas, los fascistas son ellos. Opinar sobre la estructura del Estado, las leyes climáticas, de Memoria (sectaria), VIOGÉN, Trans, inmigración… solo es posible para estos “demócratas” si coincides con lo que ellos quieren, porque si opinas distinto la máquina de fango te etiqueta como fascista y/o machista y exige censurar al discrepante.

No se puede criminalizar a la izquierda latinoamericana porque gana elecciones en Brasil, Chile, Colombia, Argentina, México y otros países, comparándolas con las dictaduras de Cuba o Nicaragua. No toda la izquierda es dictadura comunista. Si la izquierda está ganando en Latinoamérica es porque existe pobreza, desigualdad, miseria y explotación que los gobiernos de derecha no han conseguido reducir, sino al revés. El neoliberalismo salvaje, el mercado como único Dios y la ciudadanía como mano de obra barata, personas que trabajan muchas horas por un salario miserable que les permite comer y malvivir en una choza, por mucho que se empeñen los ideólogos del capitalismo radical sin estados no es democracia; no es el ejemplo de sociedad a enfrentar contra dictaduras comunistas. La democracia debe garantizar el estado de bienestar (trabajo, vivienda, sanidad, educación, jubilación…) además de los derechos civiles y políticos, y lo segundo sin lo primero no es ni libertad ni democracia. Sin trabajo, comida, lumbre, vivienda, sanidad… no existe libertad y aunque votes, no es democracia.

 

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