Oficio de tinieblas: ¿de ETA al populismo, o del populismo a Batasuna y ETA?

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¿El populismo puede llevar a ETA, o más bien ETA, en su oscura metamorfosis puede llevar al populismo? ¿Qué tienen que ver una organización terrorista como ETA y el populismo bolivariano con toques persas de Podemos? ¿Es populista Podemos y su nomenklator populista se lo sirve en bandeja a ETA_abertzales_de_izquierda como inestimable ayuda para un cambio de método y definiciones más próximas al siglo XXI?

Son preguntas que admiten múltiples respuestas, dependiendo del color con que se miren, pero para Javier Zarzalejos, el secretario general de la Fundación FAES, ésa que preside José María Aznar y que sirve de laboratorio de ideas y de amamantamiento doctrinal para los nuevos cachorros del PP, la respuesta es clara: «El populismo ha proporcionado a la denominada izquierda abertzale los materiales discursivos con los que blanquearse en estos tiempos».

Así lo afirma Zarzalejos en el último cuaderno de Análisis FAES sobre la bienvenida que Pablo Iglesias y dirigentes independentistas catalanes otorgaron a Arnaldo Otegui tras salir de prisión después de cumplir condena por su intento de reconstrucción de Batasuna, lo que a juicio de la derecha neoliberal española ilustra el «continuo acto de homenaje al relato de ETA en que la extrema izquierda ha convertido sus discursos políticos» y «hasta qué punto la violencia sigue ejerciendo sobre ella una fascinación ideológica irresistible».

Escribe al respecto Zarzalejos, el hombre que ejerció de secretario presidencial en la etapa de gobierno de Aznar:

«El pasado martes [2 de marzo], dirigentes de las CUP y de la coalición nacionalista ‘Junts pel Sí’ acudían a Logroño para esperar la salida de prisión de Arnaldo Otegui tras cumplir una pena de seis años por su intento de reconstruir la ilegalizada Batasuna. Al mismo tiempo, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, se felicitaba porque quedara en libertad quien consideraba que había sido encarcelado ‘por sus ideas'».

«El recibimiento a Otegui era la plasmación visible de ese continuo acto de homenaje al relato de ETA en que la extrema izquierda ha convertido sus discursos políticos tanto en su versión populista como independentista. Es el relato de la ETA que ataca la democracia y pone toda su saña en hacer descarrilar la Transición. De la ETA que niega el valor democrático de la Constitución y que deslegitima el autogobierno, empezando por el del País Vasco. El de la ETA que en 1977 se acoge a la amnistía para beneficiarse del esfuerzo de conciliación que hacía una democracia naciente pero que, acto seguido, presenta el sistema constitucional como una prolongación mendaz del franquismo y la conciliación entre españoles como impunidad y olvido.

«Sacar a pasear al franquismo no es más que un truco de trilero. No se engañen, Otegui no secuestró a Franco sino a un demócrata indefenso como Javier Rupérez. Esa ETA a la que pertenecía intentó matar a Gabriel Cisneros, ponente constitucional y firme convencido de la necesidad del tránsito pacífico hacia la democracia. En el País Vasco eran asesinados militantes de UCD y Alianza Popular. Años después, ETA volvía a intentar el exterminio de los constitucionalistas, socialistas y populares, con Otegui actuando como glosador de los crímenes y ejecutor político de la estrategia de ‘socialización del sufrimiento’. Allí estaba porque cuando algunos de sus antiguos camaradas de ETA político-militar decidieron su disolución, Otegui volvió a optar por el terrorismo y se unió a la otra ETA, a la que le sobraba lo de ‘político’.

«Hay que leer lo que dice a propósito de Robespierre una de las figuras del pensamiento de la ‘nueva izquierda’, Slavoj Zizek, para reparar hasta qué punto la violencia sigue ejerciendo una fascinación ideológica irresistible en esos territorios políticos. Para los que sufren esa fascinación, ETA representa la realización más cercana al sueño del totalitarismo revolucionario que se afirma en el vaciamiento de la individualidad y el sometimiento por el miedo.

«En la salida de la cárcel de Logroño como símbolo se hizo visible esta simbiosis histórica. La extrema izquierda reconoce a Otegui como icono de ETA; de esa banda, terrorista sí, pero precursora, con su teoría y su práctica, de la voladura del sistema constitucional. Haciendo de Otegui un preso político, encarcelado por sus ideas, fabrica la prueba de la falta de autenticidad democrática de lo que despectivamente llama ‘el régimen de la Transición’ y legitima como víctima la trayectoria del personaje.

«En justa recompensa por semejante aportación, el populismo ha proporcionado a la denominada izquierda abertzale los materiales discursivos con los que blanquearse en estos tiempos. Y ahí tenemos a Otegui hablando de la ‘casta’ y explicando a los suyos que su lucha (sic) ‘ha sido siempre contra el Estado español dominado por élites oligárquicas que niegan la libertad de los pueblos y la dignidad de los trabajadores’. Aparte de que Otegui se identifique sin reservas con la trayectoria criminal de ETA (‘nuestra lucha’), ese giro hacia el terrorismo ‘social’ es tan grotesco como revelador de la comunidad de discurso y de estrategia que está cuajando entre los oficiantes de la celebración de Logroño».

Zarzalejos trae a colación, para justificar mejor su discurso, una parrafada pronunciada por Pablo Iglesias en Pamplona el 6 de junio de 2013:

«La Constitución que se instaura en este país no instaura una suerte de reglas del juego democráticas, sino que de alguna manera mantiene una serie de poderes que, de una forma muy lampedusiana –cambiarlo todo para que todo siga igual– permitieron la permanencia de una serie de élites económicas en los principales mecanismos y dispositivos del poder del Estado español (….). Me gusta contar esto aquí, porque quien se dio cuenta de eso desde el principio fue la izquierda vasca y ETA. Por mucho procedimiento democrático que haya, hay determinados derechos que no se pueden ejercer en el marco de la legalidad española, por muchas cosas que diga la legalidad española».

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