No ha empezado aún la campaña electoral para el 28-M y ya estamos llenos de promesas electorales. Algunas de ellas vienen en programas que previamente han elaborado los partidos políticos, pero otras se van formulando sobre la marcha en una especie de mercado persa de ver quién da más que el otro.
En la competencia establecida por los partidos, éstos llegan incluso a acusar a sus rivales de plagiarles, como si eso fuese un delito y no la comprobación de la bondad de sus ofertas. Más que molestos, los partidos deberían estar encantados del reconocimiento explícito de los otros de su acierto programático.
Todo esto evidencia que las promesas electorales no lo son para ser cumplidas, sino para engolosinar al personal, ofreciéndole menús de su gusto aunque se sepa que nunca se podrán alcanzar. La otra cara de la misma moneda es que muchas promesas son imposibles desde el punto de vista práctico porque su cumplimiento depende no de las Administraciones Públicas, sino de la sociedad civil, de la iniciativa privada que tantos se empeñan en despreciar cuando no lisa y llanamente destruir. Ahí tenemos el ejemplo de Ione Belarra, abogando por su supermercado público para acabar con el oligopolio que, dice, preside Juan Roig, la bicha de todos sus planteamientos antiempresariales.
Las promesas electorales, digo, han avanzado un alto nivel de paroxismo, proponiendo un gasto público imposible que, de solucionar los problemas a corto plazo, supondría endeudar a varias generaciones de ciudadanos. Como el papel todo lo aguanta, ahí va la promesa a cuál más extravagante o apetitosa para conseguir el voto de diferentes colectivos sociales, desde jóvenes a jubilados.
Ésa es la razón por la que no debemos fiarnos de las promesas electorales y ser más rigurosos, en cambio, con exigir su cumplimiento, porque muchas veces suelen hacerse las mismas ofertas en sucesivos comicios porque, obviamente, no se han cumplido en elecciones anteriores. En un estudio realizado hace unos años, concluí que ningún partido llegaba a cumplir el 40 por ciento de su programa al acabar su mandato de Gobierno. Así que fiémonos menos y exijamos más.