En Arganzuela, Madrid, septiembre de 2014…
La ESO, LOE, la LODE, la LOMCE y todas las demás y anteriores leyes educativas es lo que tienen: que al igual que el sueño de la razón, también con ellas se producen monstruos. Gritó aquél energúmeno -de cuyo nombre no quiero acordarme- en la Universidad de Salamanca: «Muera la intelectualidad traidora», «Viva la muerte». Y parece que alguien le hace caso, según veremos en este rincón del grafiti.
Como creemos que viene al caso, vamos a reproducir las palabras que Don Miguel de Unamuno respondió al necrófilo:
«Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso -por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo -dice Unamuno señalando al obispo de Salamanca-, lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona. Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito «¡Viva la muerte!» y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor«.
Solo cinco ‘palabras’ tras releer a Unamuno: im-pre-sio-nan-te.
Otras cinco ‘palabras’ tras ver la pintada en el muro: im-pre-sio-nan-te.