Pedro nos lo había dicho: hará su proyecto “con o sin concurso del legislativo” (septiembre de 2024). Lo que no nos había dicho es que tampoco necesita un consejo de ministros. Lo de Montesquieu es para comentarlo en las tabernas. Tenemos dos buenas noticias, sin embargo, en el conjunto del desastre que es la gestión política del aumento del gasto militar: una, que Pedro ha descubierto que “es el mundo el que ha cambiado”; le ha costado entenderlo, pero lo ha logrado. La segunda es que Sumar ya no está en el Gobierno, sí, en el Consejo de Ministros sí está, pero en el Gobierno no, porque se le ignora, cosa de “matices”, al parecer.
Debemos reconocer que Pedro tiene dos fortunas: una, que Sumar no se va del Gobierno ni con lejía, por mucho que IU lo diga, que tampoco quiere irse, pura retórica: hay que pagar muchas deudas aún. Los tendrían que echar. La segunda que, por mucho que diga la señora de Podemos, el “No a la OTAN” y el “No a la Guerra” no le funcionarán a la izquierda.
Varios sondeos indican que el personal sí cree la evidencia de la autocracia rusa y la desconfianza sobre Trump desanima a la mayoría social. Se extiende la fundada impresión de que ha resucitado la idea de la autonomía europea en materia de defensa y seguridad. Me temo que aquí se acaban las buenas noticias para Pedro.
Sacar de las cuentas públicas más de diez mil millones (10.400) sin presupuesto, sin pasar por el Congreso y sin acuerdo en el Consejo de Ministros es una alarde que puede ser impugnado. Por mucho que uno tenga a Conde Pumpido a los mandos de la justicia entera.
Cuando éramos jóvenes, el manual usado de introducción a la economía era el de Samuelson. En sus primeras páginas, cuando se hablaba de la escasez y las elecciones en economía, se planteaba una opción entre “Cañones o Mantequilla”. Es decir, que eso de que no sufrirá ningún otro gasto no es verdad: desde disminuir deuda a invertir en la hucha de las pensiones hay opciones para esos dineros.
Pero el caso es que, siendo necesarios, sí podría decirse la verdad: ese dinero sí ha salido de la subida real de nuestros impuestos. La no deflactación de la tarifa del IRPF y la crisis de precios (IVA) ha producido que paguemos 39 mil millones más de nuestros impuestos, por encima sobradamente del crecimiento de la economía. Pedro Sánchez habla del crecimiento de la economía y de los ahorros producidos, se alardea de previsiones por encima del resto del mundo: no se dice que la gente no lo notará porque la renta per cápita no subirá y el paro no bajará.
Por otro lado, no tenemos legislativo, ni ejecutivo, porque él lo vale. Pero lo que abunda es la contabilidad creativa y las trampas presupuestarias. Ignoro si la OTAN se tragará el cuento, pero lo cierto es que las cosas no son lo que parecen.
En primer lugar, sostiene Pedro que nuestro gasto actual es del 1,4% del PIB. La OTAN nos atribuye a final del año pasado un 1,28. La diferencia se debe, quizá, a que algunos gastos se han ido aprobando meses atrás, o sea que estaríamos contándolo doble.
Hay otras dos trampas que anotar: que se incluyen gastos anteriores y, muy especialmente que casi 4 mil millones de esos dineros (los destinados a empresas) son subvenciones rembolsables, para que me entiendan: préstamos a devolver.
En la misma referencia del programa de gasto presentada por la Moncloa se acuerdan dos mil millones para estas subvenciones rembolsables que, por cierto, no gestiona la ministra de Defensa. Y quedan otros tantos.
En el contexto de esta contabilidad creativa, el nuevo gasto militar es en realidad de ocho mil millones, ya que en la cifra global se incluye el crédito extraordinario que ya se había concedido a defensa (2.084 millones) y el aumento de 200 euros mensuales a la tropa (368 millones).
¿Todo es gasto militar? Depende de los criterios de la OTAN. Evidentemente, todo lo que sale del fondo del Ministerio de Defensa computa, es decir, el gasto en fuerzas terrestres, marítimas y aéreas, las Fuerzas de Operaciones Especiales, el Servicio Médico, el Comando Logístico, el Comando Espacial o el Comando Cibernético (pero no toda la ciberseguridad incluida en el Fondo de resiliencia). Por cierto, estos fondos no eran para esto, no sé si la Unión Europea comprenderá el ardid.
Sin embargo, La OTAN no considera como tal las subvenciones reembolsables, y tiene matices en otras materias. Por ejemplo, lo destinado a emergencias vale si son helicópteros, pero no gasto corriente o camiones de bomberos, por ejemplo. No incluye los gastos en materia aeroespacial. Un ejemplo es el INTA, Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, que tiene pendiente la sustitución del actual satélite espía PAZ (una ironía semántica).
Pedro Sánchez se enfrenta en la cumbre de junio a dos problemas: el cambio de estos criterios de gasto para colar su programa y, muy especialmente, que a la OTAN y a la Unión Europea lo del 2% ya les parece poco. Pero, no se inquieten, a la señora Montero de los Montero de Hacienda, le quedan unos 20 mil millones para el año que viene.
“Ha sido el mundo el que ha cambiado”. Tanto que los gastos militares serán los más altos del Estado, después de las pensiones.
Ésta es la letra pequeña de una operación política que no responde a estándares mínimos de comportamiento democrático.
De todos modos no deberíamos extrañarnos: sin reuniones en el Congreso hace semanas (más allá de las vacaciones), en un exceso de absentismo laboral, Albares ha anunciado que acepta la soberanía marroquí del Sahara; Marlaska le compra finalmente balas a Israel y se cuela un paquete de miles de millones a espaldas del legislativo y el ejecutivo.
¿Habrá crisis de Gobierno? En realidad, no lo cree nadie. Sumar necesita los sillones ministeriales para resistir a Podemos. Así que estarán en los sillones, aunque no estén en el Gobierno. Es lo que tiene ser de la izquierda de verdad verdadera. Ni los de Izquierda Unida quieren. Pura retórica, la pela es la pela.