Sus Señorías los cuelgamicos

En Colombia, cuando el gobierno o el legislador intentan colar de rondón un artículo no discutido en la ley, se dice que intentan colgar un mico. (Mico por simio, mono). Así que las bancadas tienen designadas a unas cuantas personas que, hasta el momento mismo de la votación, comprueban que el texto coincide al milímetro con lo acordado en los debates parlamentarios y que no se ha colado ni una coma.

En España, los vagos del Congreso, llamados sus señoritos, sección PP y Vox, han permitido que se les cuelgue un mico que va a dejar en la calle a cuarenta y cuatro etarras. Los perpetradores del PP son María Jesús Moro, veinticinco años en el congreso y doctora en derecho; Rafael Benigno Belmonte, abogado y José Manuel Velasco Terramosa, que afirmó ufano durante el debate que “El Gobierno debería haber conseguido que esta transposición (a la norma europea) se hubiera realizado en tiempo y forma y no dos años después” y mientras soltaba la chorrada mirando al tendido, montera en mano y susurrando va-por-ustés, le colaban un indulto solapado a los etarras. Gracias, inútiles.

Estos tres perezosos —¿hay otra palabra?— se leyeron la ley que debían votar a páginas sueltas, a cachos legislativos, uf qué rollo. Y el Gran Tramposo, conocedor de la PPereza, les colgó un mico terrible que va a permitir la excarcelación de Xabier García Gaztelu ‘Txapote’, asesino de Gregorio Ordóñez, Fernando Múgica o Miguel Ángel Blanco; José Javier Arizkuren Ruiz ‘Kantauri’, asesino del matrimonio Jiménez Becerril; y Anboto, Amaia, Mobutu, Gadafi y así hasta 44 asesinos con más de 200 asesinados a sus espaldas y sin el más mínimo arrepentimiento.

Y es entonces cuando sale Núñez Feijóo a decirle al gobierno que así no vale, jopetas, que no estaban mirando y, para arreglarlo, Borja Semper dice que ha sido “un error generalizado del Congreso”, que es como reconocer que son todos unos dejados y que ni lo más elemental de su trabajo saben hacer. Por supuesto, el gobierno y la bancada del PSOE les ha contestado con una pedorreta obvia: Oiga, el proceso fue transparente, haber espabilado.

Lo que no sé es si ésta es la única contraprestación que ha conseguido Arnaldo Otegi en esta Moncloa llena de negocios prospectivos a cambio de su voto pa’lo que haga falta. Todos los grupos que apoyan al gobierno han aprendido rápido de Puigdemont y Junqueras, y, con menos alharacas de histérica y miguita a miguita, nos están desmontando la casa. Los que tienen más diputados, aprietan más, pero, al final, al Gran Burlador le faltará un voto del BNGa o de CC, pero a estos parece que se los torea con un chato’e vino y la promesa de que no choverá nunca mais en Galiza.

El tramposo siempre hace trampas, no hace falta ser un tahúr para saberlo, y por eso hay que estar muy atento a cada uno de sus gestos, no sea qué. Por eso, el PP debería cesar a los tres gandules, expedientarlos y demostrar que el trabajo parlamentario es serio. Escudarse tras generalizaciones vacías es aún más lamentable porque son excusas de mal pagador, de mal perdedor, de alguien incapaz de acción cuando hace falta perentoriamente.

Dentro de unos meses, saldrá el primero y tendremos que tragarnos el recibimiento de los bildutarras con flores, banda de música y pirotecnia porque un prócer de la patria con más asesinatos a cuestas que un sicario profesional ha sido liberado por el opresor español. Y estos homenajes con fanfarria van a durar varios años, hasta el 30 o por ahí. A ver cómo cuerno consigue el PP cuando gobierne, si es que con tan abúlico y errático comportamiento lo alcanza, devolver la crema de dientes al tubo.

Los tontos, y especialmente los 350 del Congreso, se creen más listos que los demás, pero en el país de los ciegos el tuerto es rey y en el Congreso de los Bobos el tramposo es rey.

Nos la han metido doblada y no por el mico que han colgado de la enmienda sino porque el tramposo contaba de antemano con la pereza, gandulería, galbana desidia, pigricia, abulia y golfería de sus señorías en general y de los golfos del PP en particular. Sic transit gloria mundi.

 

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