Yolanda, el socio que no existe y el jardín de los egos

Una formación política tiene sentido si una fracción de la sociedad tiene intereses insatisfechos que pueden ser cubiertos por un partido. En el momento en que un partido en cuestión no puede cumplir esa función desaparece por la gatera de la historia.

La verdad es que desde que los populismos de izquierda contaminaron a los socialistas de populismo y radicalismo, los partidos a su izquierda no han dejado de perder presencia.

De hecho, una década después de su aparición, las formaciones que ocuparon el espacio de Izquierda Unida se encuentran por debajo del diez por ciento que, de media, ocupara IU.

Las razones son variadas, además del inusitado desplazamiento del PSOE a la izquierda, y tienen que ver con la ausencia de estructura y contenidos políticos.

La percepción de que las políticas que defendían no necesitaban una formación que presionara al gobierno, como en su momento debía hacer IU, porque el progresivo abandono de las clases medias y el centro político por el PSOE hacía su presencia más residual, limitaba su necesidad política.

Por otra parte, la ubicación en la polarización de la izquierda de verdad verdadera le condujo a fantasear con funciones que no eran requeridas por la ciudadanía. El día que Pablo Iglesias pasó a ser “pasionario” y gritar el “no pasarán” en la Comunidad de Madrid empezó el principio del fin. Hizo lo que nadie le pedía y obtuvo el resultado correspondiente a la ausencia de necesidad.

Mientras los restos del PCE, abandonados por la historia, y los que expulsaron de la política a la creíble Izquierda Unida, Garzón y Díaz entre ellos, se mantenían en la política por mera supervivencia del radicalismo populista, se iba tejiendo el drama que hoy vive ese espacio político.

Sin valor político ni estrategia, estas formaciones se convierten en grupos de presión, destinados a muñir listas electorales sea el PCE (Enrique de Santiago) o IU (de Alberto Garzón a Antonio Maillo).

La miríada de grupos de presión, de identidad territorial o estatal, conduce necesariamente al liderazgo como única argamasa unificadora del tejido político. La sucesión de líderes, cual reyes o reinas visigodas, sólo revela la debilidad de las estructuras y las políticas.

Yolanda Díaz forma parte de esa tradición. Del irrelevante PCE de Galicia se pasó a las mareas, que destruyó descabezando al personal; luego, por encargo del secretario de organización de IU, se encargó de expulsar, con la inestimable ayuda de Garzón, a la IU madrileña. Licenció a Irene Montero y hoy cierra Sumar.

En realidad, dimite antes de que la echen. Los vigilantes del PCE e IU, así como las organizaciones territoriales con intereses ya tenían las armas cargadas para cerrar un liderazgo que no ha dado nada. Contaminada por las políticas de Sánchez, Yolanda Díaz no tenía más función que acompañar al prócer y a los sindicatos en sus trajines.

Una estructura de liderazgos de esta naturaleza conduce a un inevitable jardín de egos. Las personalidades son más relevantes que las políticas. Por eso es dudoso que dos liderazgos sean compatibles en un escenario de estructuras políticas débiles. Dimitir de la dirección de un partido y conservar la jefatura parlamentaria y de Gobierno es una fantasía sencilla: tener una marioneta en el partido.

En cualquier caso, la colación de Gobierno y la sociedad política con los socialistas no existe. Es una simple foto de Consejo de ministros que carece de contenido alguno. Díaz no representa a nadie, salvo a sí misma, ni construye políticas añadidas a la socialista. De hecho, Yolanda Díaz vuela la sociedad con el PSOE por el mero hecho de constituir una mayor debilidad política para el Gobierno.

El espacio político que hay a la izquierda del PSOE puede existir, aunque ahora mismo parece cubierto por el propio partido socialista y, en todo caso, constituye un auténtico carajal que lo primero que deberá resolver es quien sale del parlamento europeo para salvar al soldado de IU.

Sin contenidos políticos, sin ejercer de socio relevante y en un jardín de egos, ni Yolanda ni sus sucesores parecen tener ubicación.

 

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