Déficit de Alegría

Esto va de comerse un marrón. Hay muchas formas de comerse un marrón y cuando se es portavoz, y especialmente si se es ministra de Educación, debe hacerse con cierta elegancia. Por el contrario, la señora Alegría nos regaló, tras el último Consejo de Ministros, un desagradable ejemplo de cabreo institucional que, a los pocos minutos, era ya una simple autoinmolación en la pira del enamorado.

Parece que la señora Alegría no será califa aragonesa –según se dice en su partido, a sus conmilitones y paisanos míos no se les alcanza su notable habilidad-. Así que le han dicho que haga un curso acelerado del “método Cerdán”, que vive sus últimos momentos de jefe de la cueva -según se dice en su partido, entre la cara de “abalista” que se le está poniendo, el runrún togado y sus notables éxitos con Puigdemont tienen algo enfadado al jefe-.

Así que allí se lanzó la señora a portavocear con mirada torva y gesto adusto. Su “exijo” atronó en la sala como exabrupto. Pudiendo haber elegido el “exigimos”, más acorde con la función de portavoz o la función institucional, ella se encarnó en el jefe, mientras el personal se preguntaba ¿Quién es esta señora para exigir, no es eso cosa del jefe?

Pero no; ella decidió inmolarse en la causa del enfado enamorado.

Sobre la mesa tenía la señora dos asuntos. Uno, el de “ella” –ya les dije aquí que yo de “ella” no hablo, que me tiene harto las amenazas del enamorado y compañías-. Otro, lo de la interpretación de lo ocurrido con la enmienda que reduce la cárcel, en España, de terroristas de ETA.

Decidió apuntarse al razonamiento como bulo, que lo de los pseudomedios no va con ella. Así que habrá que recordar que no: que el PP de Rajoy no estaba de acuerdo; que en 2014 se aprobó que la directiva europea no era necesario aplicarla a los presos de ETA, con beneplácito del tribunal europeo, y no; el Consejo de Estado no pudo dar el visto bueno a la cosa porque la enmienda es posterior a su dictamen.

No empece tal cosa para reclamarle a los diputados y diputadas del PP un poquito más de celo profesional. Pero si bien señales al dedo, podemos mirar también la luna y ver la mano de Bildu, vía Sumar, en la apropiación indebida de la directiva europea.

Sobre “ella” también volvió a faltar a la verdad, dicho con la finura que se le supone a un portavoz de los de antes: lo siento, hay caso, diga lo que diga la portavoz. Quitar de en medio la cosa de Globalia no anula el caso Complutense y los “extraños” máster, ni los de la apropiación de propiedad pública en nombre propio.

Ya dirá la instrucción y el juicio si las cosas son punibles, pero caso, lo que se dice caso, hay. La mención al caso “Juan Guerra” nos habla de uso de espacios públicos, despachos, oficinas, para actividades económicas de asuntos propios. O sea, que por mucho que se diga, la cosa pinta a lío morrocotudo.

Ambos asuntos son de notable cabreo social y en ambos la Portavoz decidió seguir las nuevas consignas de La Moncloa: la modernización política nace del engaño. No crean ustedes que hace falta estudiar en prestigiosas y carísimas universidades para halagar el engaño político.

Ya le decían a Andreotti, exjefe del Gobierno italiano y algo mafiosillo, que “usaba la verdad como maquiavelismo”. Un periodista del Corriere de la Sera, periódico del progresismo italiano, dio un notable consejo: “dejad al Príncipe en su tiempo”. Pero no; nuestro príncipe y sus portavoces no están para calma sino para cabreo.

Es cierto que el estado de ánimo del “portavoceado” es importante para el portavoz. Se lo dice quien ha “portavoceado” a personas en algún momento muy irritadas. Pero, ser aragonesa, debería ser una ventaja para la Portavoz del Gobierno.

Dalí nos lo explicó (Dalí, S. Los cornudos del viejo arte moderno. Tusquets editores. 2004): “la tierra de Aragón es la más ferozmente realista y concreta del mundo”. Por eso no sólo no nos vamos por las ramas, sino que procuramos que nuestra ferocidad no se nos note, usando graciosísimos retruécanos y no menos inteligente lenguaje.

Sin embargo, la portavoz decidió señalar en la derecha las raíces de todo mal. Es bien sabido que buscar raíces es una forma subterránea de irse por las ramas y, al perder concreción, se pierde autoridad y crédito.

Es lo que tiene el enfado de un hombre enamorado. Contagia a todo un gobierno que expresa altísimos niveles de estrés y una notable incapacidad de generar proyectos que se alineen con el supuesto progresismo que defiende.

La debilidad legislativa que, por ejemplo, hará difícil cambios en el mercado de trabajo, en la inmigración y demás, deja al Gobierno sin otra cosa que un espacio para propuestas que suenan a ideas de final de ciclo y al partido en periodo de broncas internas.

Son tiempos difíciles. El gobierno padece un notable déficit de Alegría.

 

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