El susto del Banquero Central

En un marco de moneda única, el Banco de España destina sus esfuerzos fundamentales a la cosa de la inspección y a opinar. No cabe duda de la calidad de su servicio de estudios, pero las previsiones son las previsiones y los sesgos de distinto signo que se perciben en la economía hay que tomar las cifras con prudencia.

No obstante, las previsiones macroeconómicas, corregidas a la baja por el Banco, coinciden no solo con la mayoría de los analistas sino con la percepción más ciudadana. El retroceso de las previsiones supone que la famosa V asimétrica de la Señora Calviño se haga más asimétrica y se retrase un año, al menos, la recuperación del producto de la prepandemia.

La incertidumbre de la guerra, el encarecimiento de las materias primas y la inflación, viene a decir el Banco de España, hacen aparentemente nacer viejo al Real Decreto recientemente aprobado.

Una inflación media próxima al 7,5% quiere decir que podemos alcanzar, con decreto incluido, un doce por ciento de IPC en diciembre. Tasas que son una barbaridad y amenazan la capacidad de gasto de las familias y supondrá una inevitable presión política sobre la recaudación del IVA.

La pérdida de poder adquisitivo supondrá un aumento de la prudencia de gasto en los hogares. Debe recordarse que los presupuestos del Estado se hicieron calculando un gasto de las familias de 50 mil millones, para una inflación del 3%.

O sea, que la indiciación de rentas que contiene, desde pensiones a salarios, con el siempre abierto riesgo de los intereses de la deuda y del Euribor, amenazan el margen fiscal del gobierno y todos los colchones de los que se habla.

La parte menos evidente, pero más dura, del cuadro macroeconómico es que el número de horas de trabajo apenas aumentará este año un 1%, es decir que la tasa de paro apenas se moverá de un 13%. El cambio de la naturaleza de los contratos aboca al trabajo a tiempo parcial para las mujeres y en la hostelería.

Por cierto, que empieza a aparecer, en los sectores donde se requiere más especialización, un fenómeno del que ya se advirtió en Estados Unidos: los trabajadores y trabajadoras prefieren los subsidios a las nuevas contrataciones.

Sobre estas sombras se añade la no resuelta cuestión de la energía y sus precios. No sabemos si la llamada excepción ibérica quedará en un gas a 30 euros (casi cien al consumo) y en qué medida esta excepción podrá suponer, como han dicho algunos expertos en el mercado, el aumento de las energías renovables.

Sea como fuere, hay que recordar que en abril del año pasado la energía costó de media a 65 euros el megavatio, hoy la luz costaba 306 euros, una brecha que no habrá excepción, si se produce, que se cubra.

Las medidas fiscales de la energía ya se las han comido los precios y la rebaja general de los veinte céntimos está ocultando precios de combustible entre 1,60 a 1,80 litro.

En economía, una subvención general tiene el mismo sentido que una baja de impuestos del mismo tipo. Siendo impuestos vinculados al consumo son regresivos: la subvención favorece más al que más compra.

El susto del banquero central nos alerta sobre rentas a futuro en un contexto de escasos márgenes fiscales y márgenes de inflación muy estrechos.

Las actualizaciones de recursos indiciados a la inflación -pensiones incluidas- pueden suponernos un par de puntos de PIB y, a pesar de que los impuestos no se han deflactado por la inflación y las recaudaciones alcanzan niveles récord, el déficit público se acercará a los 40 mil millones.

O sea, una barbaridad de susto.

 

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