Han sido abundantes las recomendaciones al Gobierno en un sentido: no adopten medidas generales, no mejoran la situación de las personas vulnerables. Se le dijo de una forma u otra cuando financió el combustible y, con más razón, cuando se manipuló el IVA de los alimentos con aparentes fines benéficos.
El Gobierno de la gente y para la gente tiene un problema: no sabe dónde está la gente. Ingresos Mínimos Vitales sin cumplir, bonos térmicos sin cumplir, trámites inaccesibles, pensiones que no se abordan, servicios de empleo que no dan de alta a parados en las oficinas y así sucesivamente. Eso sí, los que estéis atrapados por la Agencia Tributaria perded toda esperanza.
Empiezan a publicarse informes, de todo origen, que coinciden en señalar que las cosas no son como nos dicen y, peor aún, las medidas no son tan progres como se presume.
Se dice, por un poner, que, gracias a la cosa del combustible, el IPC español es el más bajo de Europa. Hoy ha bajado una barbaridad. ¿Por qué baja el IPC si los precios no bajan?
Simple efecto estadístico del que ya les hablé aquí hace cuatro días: “el IPC bajará -los precios no dejarán de crecer-, pero como se comparará con el horribilis marzo del año pasado, todo será fantástico”. No es que el cronista sea especialmente listo, es que el día de matemáticas sí fui a clase.
Pues bien. No, los precios españoles fundamentales -los alimentos- no están mejor que en Europa, por mucho que se quiera citar a Alemania. Los precios de los alimentos están ligeramente por encima de la media europea 13,6 % en la Unión Económica y Monetaria (UEM) y el 14,2 % en España en el último trimestre de 2022.
No parece mucho, están muy próximos. Pero sus efectos son más graves debido a que el peso de la cesta del consumo en España, en particular los alimentos, representaban un 25,1% a finales del año pasado, cuatro puntos más que en Europa, debido, probablemente, a una menor renta per capita.
De este modo, a pesar de la comentada proximidad en las tasas de inflación la contribución a la inflación general de los alimentos fue de 3,6 puntos porcentuales en el caso de España en el cuarto trimestre de 2022, por encima de los 2,8 puntos en el caso de la UEM.
Deben considerar que son datos que se deducen del malvado Banco de España. Lamentablemente, hay otros que dan los mismos resultados. No podremos comparar más, eso sí, porque desde enero nuestros IVA han cambiado los precios (spoiler: casi nada).
Y ustedes se preguntarán: ¿Cuánto? ¿Cómo? ¿Por qué no bajan? Y quizá alguien se pregunte: ¿Y a quien le bajan?
No se lo digan a nadie que les llamarán fascistas, ustedes le echan la culpa al cronista. La medida ha sido nimia: esta reforma reduce los precios de un subgrupo de alimentos un 3,5%, los seleccionados por el gobierno, mientras que los alimentos en su conjunto se encarecieron un 16%.
No se sorprendan. Los aceites han subido un 57% en un año, la leche un 28%, las carnes un 16%, los pescados un 17%. El pan y los cereales han estado aumentando un 19,3% en España.
En ese contexto entenderán que los 700 millones (FEDEA) de euros que en el trimestre iba a gastar el gobierno no mejoren cualitativamente nada. La medida, por cierto, deberá ser prorrogada al mantenerse la inflación subyacente en los mismos niveles que hasta ahora.
No; los supermercados no se han quedado el IVA, al menos no lo habrán hecho en más de un 30% (ESADEEcPol).
O sea, que como ha escrito también el Banco de España, existen alternativas como las transferencias a los hogares con menor renta que tendrían un mayor efecto redistributivo y un menor coste presupuestario.
Porque esa es otra, amigas y amigos: la mitad del coste fiscal se lo llevarán el 40% de las familias más ricas. En cualquier caso, cantidades irrisorias: los ricos han ahorrado 85 euros y el decil (diez por ciento de las rentas más bajas) 35. Para salirse. O sea, la rebaja del IVA se la quedan los ricos. Lo que es, es.
