No volverá a ocurrir, dicen: cómprese ya una linterna y un carro

Empezamos la semana escribiendo a la luz de una vela, la acabamos pasando doce horas en un tren. La modernidad era esto, la romántica vuelta al siglo XVIII: que usted no aprecia el valor histórico de la memoria, ya se sabe. Enseguida, la ministra de sanidad le recomendará que le pongan limón al pescado, para que no se note el mal olor.

Naturalmente, la responsabilidad no es del Gobierno. Los estragos han sido causados, dice el responsable de los transportes, con intencionalidad. No veo yo a Feijóo robando cables de cobre, ni a Ayuso cortando con unas tijeras la luz: pero seguro que en la “fachosfera” hay alguien que trajina, para ensombrecer la larga marcha hacia el progreso que adorna esta legislatura.

No volverá a ocurrir lo del apagón, ha dicho Corredor; ó sea, que lo habrá. No se volverán a “sabotear” los trenes, ha dicho Puente; o sea, que lo serán. Ahora resulta que no éramos los mejores.

Tenemos un problema parecido en todas las redes; el aumento de usuarios (fuentes de energía) o de operadores (ferrocarril) tienen el mismo efecto: revelar la histórica pobreza de las inversiones y la incapacidad de los gestores para elaborar una política estratégica que impulse la reposición y actualización de las infraestructuras.

Cualquier duda sobre el funcionamiento de éstas era un bulo. Éramos los mejores gestionando energía. Vivimos el mejor momento en la historia del ferrocarril, dijo el ministro Puente. La red ferroviaria no ha soportado la liberalización, la red eléctrica no ha soportado la energía verde.

¡Sabotaje! Ha dicho el fantasmón punki, disfrazado de ministro. ¡Ciberataque! Ha dicho Sánchez, disfrazado de Sánchez. Nos molesta a los de izquierda que pasen estas cosas, recuerden lo que le dijimos a Guerra aquel puente que ciscó al tren, origen de los planes de cercanías.

Pero más nos molesta que la información transparente sea la primera víctima y que la evasión de responsabilidades, no solo políticas, sino indemnizatorias, conduzca a saturar la máquina de fabricar relatos imposibles.

Analizando las cuentas de la economía española, existe un alto consenso, a derecha e izquierda, en que turismo (con su derivada en el consumo privado, vía aumento del empleo del sector) y el consumo público estaban conformando el PIB, con una baja productividad y una baja tasa de inversión, privada y pública.

El ministro puente presumió de la alta inversión de casi cuatro mil millones, el año 2023, en ferrocarriles. Lo que no dijo es que, desde 2019 a hoy habían de haberse invertido 18 mil. Cifras aprobadas por ADIF y Renfe, las dos operadoras públicas de la red. He escrito públicas, no sé si me entienden.

30 trenes y 10 mil setecientos viajeros, primero un robo de cobre, luego un tren de Iryio detenido que, por cierto, no rompió la catenaria, según últimos informes de la compañía, al que se dejó salir inexplicablemente, y una avería en La Sagra.

A las cinco de la madrugada de ayer, se sabía que el retraso era inevitable: ¿Por qué no se pararon los trenes, avisando a los usuarios? Porque es mejor tener a la gente varada en el campo que atestando las estaciones, que ahí enseguida llega una cámara a grabarlo.

Nos prometieron, recuerden, cuando los catalanes se quejaban de que se robaba el cobre de las “rodalies,” que pondrían hasta drones a vigilar la red y que nunca, pero nunca más, los trenes se quedarían atrapados en una catenaria: en una semana, dos veces. Es lo que hay.

Pero eso sí: es sabotaje. Puente necesita un sabotaje, Pedro un “ciberataque”. Los responsables dicen que no, ellos dicen que sí y los cabezas de huevo ya han empezado a fabricar relatos. Pues nada. A aguantar el chaparrón y el cabreo ciudadano. Dice Tezanos el certero que esto da votos. Pues, entonces todos tan contentos.

La sensación ciudadana de que todo se disuelve es creciente, como es creciente la desconfianza de la ciudadanía hacia los respectivos ministros: no es casualidad que todos los y las designados estén siendo castigados en los sondeos autonómicos. La gente percibe más ganas de evadir responsabilidades, de tratar de evitar indemnizaciones, que de otra cosa.

El gobierno no quiere nucleares, sus aliados catalanes, sí. El Gobierno quiere reducir la jornada, sus aliados catalanes no. A cambio, les daremos un no a la OPA del BBVA, que los vascos quieren, pero los catalanes no. Tres líos se nos vienen.

“No volverá a ocurrir”, notable frase muy recordada, a la que le falta, para ser “real”, un “pido perdón”. Pero no; a Puente se le ocurrirá algo, también a los “cabezas de huevo” de La Moncloa que, al fin y al cabo, no están para arreglar catenarias, ni luces, qué se han creído ustedes.

En fin. No volverá a ocurrir. Corran, cómprense ya una linterna y un carro.

Mi amigo y contertulio Paco Revuelta, acompañado de su “compañera actual” (la misma de toda la vida, por cierto- permitan al cronista esta broma privada-), viaja desde Huelva a Madrid. Ayer solo tardaron doce horas en llegar los que venían de Cádiz, espero que lo lleven mejor.

Por si acaso, siendo Paco hombre de letras, le recuerdo aquellos versos de Antonio Machado, que me enseñó mi padre, cuando viajábamos siendo niños, a las tierras bajas del Ebro: Yo para todo el viaje/ – Siempre sobre la madera/ de mi vagón de tercera-/voy ligero de equipaje.” (Poema: El Tren). Qué moderno era Machado.

 

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