En el caso de Íñigo Errejón echo de menos las manifestaciones masivas del feminismo militante protestando a voz en grito por los abusos sexuales del político de extrema izquierda. Pero no es de extrañar, dado el diferente comportamiento del feminismo radical según sea el color político de los acosadores. Por eso, doy por amortizado el tema y entraremos en los aspectos más propiamente políticos del asunto.
El hecho ha sido un duro mazazo para la agrupación del presunto acosador. Sumar ya estaba en horas bajas con distintos y sucesivos acontecimientos como la imputación de Mónica Oltra por haber protegido a su exmarido en un caso de abuso sexual y el abandono de la política por parte de Ada Colau. Ahora, la acusación de un delito a Íñigo Errejón arroja más descrédito sobre una formación política que ya ha ido desflecándose de elección en elección hasta quedar al borde de la irrelevancia.
Pero no sólo ha perdido importancia en un pasado reciente, sino que todos los sondeos de opinión —incluido el de Tezanos— minimizan aún más las expectativas de la agrupación de Yolanda Díaz en futuros comicios.
De nada le sirven a Sumar los esfuerzos del PSOE por mantenerla a flote debido a que los socialistas necesitan un partido sólido a su izquierda para mantener viva una coalición de Gobierno todo lo inestable que se quiera. La energía gastada por el PSOE en ponderar la decisión disciplinaria de Sumar choca con la realidad de que el partido de Errejón conocía desde hace algún tiempo las debilidades y los desvíos de comportamiento de su directivo.
Ahora, además, Sumar cuenta con la enemiga irreconciliable de Podemos, que echa más leña al fuego en el que se consume la formación, enfatizando como el que más el conocimiento previo de las actuaciones del presunto acosador.
O sea, que la agrupación de Yolanda Díaz, que nació para aunar voluntades de la extrema izquierda, se ha convertido en una formación que en vez de ello resta y divide y que coloca al extremo del espectro político en una difícil situación.