Lo primero que han hecho Pedro Sánchez y Mariano Rajoy no ha sido asegurar la estabilidad y la gobernabilidad del país, sino apuntalarse a sí mismos, anunciando que quieren seguir mandando en sus respectivos partidos. No está nada mal esa clarificación de su actitud sobre la prioridad de sus intereses.
Visto lo visto, no resulta nada descabellado el que haya que ir a unas nuevas elecciones generales de aquí a tres meses. Pero, ¿a quién beneficiaría esa hipótesis?
No al conjunto de los españoles, probablemente, sometidos al estrés de una nueva campaña electoral sin que hayan cambiado sustancialmente las circunstancias para hacer que su voto sea muy diferente al que acaban de depositar. ¿Y a los distintos partidos?
En principio, tampoco a ninguno en especial, pues se votará con arreglo a la misma ley electoral, las mismas circunscripciones y no muy distintos candidatos. Sin embargo, un análisis más afinado podría darnos algunas claves.
La primera: que muchos votantes históricos del PP, que lo han abandonado por la corrupción, por su actitud errática y por su falta de cintura política, podrían volver a él, espantados por la alternativa política adversa a sus intereses que se avecina. Eso, claro, perjudicaría al partido de Albert Rivera, desfondado en la última carrera electoral y con territorios en los que no penetra ni con calzador.
Por el contrario, favorecería a Podemos, cuyo discurso emocional y su táctica de acoger a todos los desencantados, vengan de donde sea y por la razón que fuere, está horadando a todos los partidos políticos.
¿Y el PSOE?, ¿qué sería del PSOE?
La formación, antaño referente glorioso de la izquierda, podría resultar la más perjudicada por el regreso prematuro a las urnas. En primer lugar, al no haber formado Gobierno ni permitir que otros lo formen, lo cual no es la mejor credencial de que el voto al partido socialista sea útil. Y en segundo lugar, por las contradicciones internas entre quienes pretenden afianzar el sistema político y quienes prefieren pactar con los enemigos del mismo. Tal duplicidad podría llevar a sus votantes menos revolucionarios a decantarse por otras opciones políticas sin tanto riesgo y a los más radicales a optar por Podemos, que no ofrece dudas sobre su radicalismo de izquierdas.
Con semejante escenario, si el PSOE nos abocase a los españoles a unas elecciones anticipadas se arriesgaría con ello a ir hacia su máxima inanidad.