El capitalismo persiste en desaparecer

El cronista, advertidos les tenía. Ya hace cuatro años les señalé que el capitalismo se empeña en desaparecer. Desde la penúltima crisis, portavoces británico, norteamericanos y europeos no dejan de afirmar que se aprestan a realizar los rescates más importantes en tiempos de paz.

¿Son migrantes en el Mediterráneo? ¿Son refugiados cruzando el mundo? No; en un caso eran turistas, abandonados por Thomas Cook o cualquiera de las líneas aéreas quebradas o, en otros supuestos, instituciones bancarias.

O quizá, los más de treinta mil trabajadores y trabajadoras despedidos por las notables empresas tecnológicas que iban a cambiar el mundo y el capitalismo, los blanquitos chicos (es que chicas no hay) de Silicon Valley, por un poner.

Así es el capitalismo, empeñado en hacer desaparecer el capitalismo desde hace unos años. Por cierto, los fondos buitre, los más importantes patrióticos fondos ingleses, americanos, alemanes o suizos, que habían apostado en el mercado de futuros a que los bancos suspenderían pagos o verían reducida su cotización, ganarán miles de millones.

Como les he recordado aquí alguna vez, Galbraith escribió un libro donde acababa diciendo “los imbéciles son separados, tarde o temprano, de su dinero”. Lo que uno añade es que el dinero que derrocharon y derrochan en el casino era nuestro y de sus clientes.

Casi una década después de la última crisis financiera, los gestores del sistema parecen empeñados en dañarle más que cualquier populismo de los que usted tiene en mente.

La desregulación significa, simplemente, que compañías señeras, antaño dirigidas por conocedores del mercado, son ahora esclavas de gestores financieros, cuyos bonos salariales son obscenos y que para incrementar el valor de las acciones con las que cobran recurren a la ficción contable, a saquear a las corporaciones y a inversiones absurdas, apenas uno haya leído un manual de economía.

La versión actual del capitalismo no solo ha dejado de ofrecer productos que funcionen. De hecho, solo produce intangibles y lo hace gracias al dinero de los reguladores. Aquí está el capitalismo sin capital.

Quién les iba a decir a ustedes que el capitalismo no se hundirá por anunciadas revoluciones, obreros y obreras enfebrecidos escalando palacios, sino por una pandilla de chavales, usando la tecnología, para mover los precios de las acciones de forma, dicho sea de paso, irracional, o gestores de banca tan irresponsables como, a veces, venales.

Las crisis empiezan, casi siempre, de forma parecida. No hace falta poner una guerrita de por medio, aunque para eso nos las pintamos como nadie.

El caso es que suele haber un exceso de liquidez, que los banqueros animados por los reguladores, invierten en productos de notable volatilidad, mueven su dinero y los precios. Naturalmente, llega la inflación.

Los reguladores, que hasta entonces solo lanzaban tibias advertencias, son suaves las formas en el comercio, suben abruptamente los tipos de interés.

Las consecuencias son inmediatas. Una, los clientes de los bancos necesitan efectivo, los ricos y empresas capitalistas sin capital, más efectivo todavía, y las inversiones que parecían seguras, la deuda de los Estados por un poner, cuando suben los tipos se devalúan y los bancos se descapitalizan.

Si, de paso, tienen ustedes gestores bancarios, con comportamientos venales y obscenos, ya tienen explicación a lo del Silicon Valley Bank, lo del Credit Suisse y la sospechosa situación del Deutsche Bank, mientras los reguladores les dicen que, tranquilos, que lo tienen controlado.

En todas estas crisis operan los fondos de inversión que, en lugar de invertir, como aconsejaría su denominación, apuestan con su dinero a que estas o aquellas acciones van a bajar, o sea que están interesados en la crisis.

Aquí lo tienen. Un capitalismo sin capital, un capitalismo puramente especulativo, que depende exclusivamente de las maquinitas de emitir dinero de los banqueros centrales, atrapados en teorías económicas de cuando había capitalistas con capital, que producían cosas, en lugar de algoritmos.

No se preocupen. Como dijo mi admirado “Supermario” los Bancos centrales harán “Whatever it takes”, lo que haga falta.

En cuatro días, el IPC bajará -los precios no dejarán de crecer-, pero como se comparará con el horribilis marzo del año pasado, todo será fantástico y la política funciona, por más que Francia arda y Alemania tiemble. Y en unos días ustedes se irán a llenar los chiringuitos y a mover dinero.

Si ya no hay mercado, por qué se van a preocupar ustedes por el mercado. Nada; el capitalismo persiste en desaparecer, siempre nos quedará el dueño de Mercadona para pagar impuestos y que nos pongan una renta de por vida a todos y todas. Lo que hay.

 

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