Empecemos por el principio: usted no llama “espayeti” a los “espaghetti”. Así que “Lamborghini” no se pronunciará “lamboryini” sino “lamborguini”. Que los “cabezas de huevo” de la Moncloa le hayan pasado el nuevo mantra a Pedro, ignorando la fonética de la “gh” italiana, no le disculpa a usted de pronunciarlo bien. Usted no trabaja de “cabeza de huevo”.
Éste es el nuevo mantra del socialismo realmente existente: “más transporte público y menos Lamborghini”, para defender una subida fiscal, por cierto recaudatoriamente escasa y materialmente irrelevante, a los más ricos.
Son los “Lamborguini” y sus propietarios, naturalmente, los culpables de que la gestión del transporte público en España, especialmente de los trenes, sea tan horrenda. Al parecer, es la abundancia de estos vehículos lo que hace que la estación de Chamartín sea un desastre, las cercanías un castigo y el AVE un penoso residuo de antiguas glorias y la razón de los fracaso de Óscar Puente.
Ministro cuya prístina belleza no dejaremos de ponderar (hay que evitar que los funcionarios encargados de buscar a quienes le acusan, por supuesto falsamente, de fealdad, según declaración del propio ministro, persigan la escritura de crónicas).
Hay que saber que para destruir al capitalismo es necesario destruir la reputación de sus marcas emblemáticas. (NO LOGO. El poder de las marcas. Naomi Klein, Paidos, 2011). Libro algo antiguo, pero autora muy leída por los asesores de la Moncloa. Otra cosa es que el producto que amparan las marcas pueda ser muy emblemático, pero se venda poco o nada.
En la última década no se han vendido dos centenares de estos vehículos en España. Según los datos que ofrece la Asociación Nacional de Fabricantes de automóviles, sólo se han vendido 34 de estos coches en nuestro país el último año. Por cierto, el 41% en Catalunya (14).
Ahora ya sabe por qué hay que dejarles los impuestos a esta Comunidad, para que puedan seguir siendo los primeros en Lamborghini, que últimamente sólo ganan en fugados.
Ya puestos a construir mantras, habría que saber que los ricos españoles son más de Ferrari. Y si lo que se quería era denostar al novio de la señora Ayuso, a la que Pedro dedicó su intervención fiscal, habría que saber que este señor posee Maserati.
Elegir mantras elementales en calidad intelectual tiene un problema: deja de ser creíble en cuanto se conocen las cifras.
Y las cifras dicen que cualquiera que vea cuáles son los países más pobres del mundo comprobará que no son aquellos en los que hay menos Lamborghini.
Mozambique no sería un país pobre porque hay demasiados Lamborghini. Navarra no es más rica que Extremadura porque hay más Lamborghini en Extremadura. O sea, el problema no es acabar con los Lamborghini, sospecho.
También debe tenerse cuidado no sea que el ventilador se vuelva contra uno. Por ejemplo el Audi que transporta al presidente del gobierno es más caro que un Lamborguini. O la huella ecológica del Falcón es superior en cada viaje a la de todos los vehículos de esta marca en España. Cosas de la estadística. Se siente, los “cabezas de huevo” son muy de letras.
El problema es de dónde sacar fiscalmente el agujero que dejará el concierto catalán en un marco de reglas fiscales europeas: de los impuestos. Como comprenderán ustedes que 34 personas (según los inspectores de Hacienda el impuesto a las grandes fortunas preparado no superará los 600 millones) no cubren el agujero fiscal catalán del que Pedro no quiere hablar.
Eso sí, dice que, a lo mejor, las Comunidades Autónomas podrían subir sus impuestos. En todo caso, serán los que ganen en 30 y 40 mil euros al año, pura clase media, los que paguen el pato fiscal.
No es casual que Sánchez anuncie una batería de medidas, con mantras radicales que luego no cumplirá, no tienen votos, justo después de haber prometido a sus socios “indepes” un concierto catalán. Sánchez tiene que mostrar, ahora, una lista de medidas duras a sus bases podemizadas que distraigan del golpe a la igualdad fiscal acordada.
Esto se escribe un día antes de que Pedro reúna a su Comité Federal para… ser propuesto para nuevo papa en el próximo concilio socialista y falsear los datos, como han hecho sus “cabezas de huevo” y ministros, sobre la financiación autonómica.
Antes de ayer, mientras contraprogramaba las sandeces de Montero, comparando la insularidad con el concierto, Sánchez desplegó todos los mantras más radicales de la izquierda que dejaron de funcionar hace años. Hasta los ministros de Zapatero el ubicuo (Sebastián o Solbes) suprimieron impuestos, los devolvieron, eso sí, en absurdas e inútiles medidas. El envejecimiento ideológico es rotundo en el socialismo realmente existente.
Se ha dicho aquí: España necesita una reforma fiscal, un equilibrio de la presión fiscal, especialmente en materia de empleo e impuestos ecológicos, pero no una furibunda demagogia, alertar a la clase media o desanimar al sector privado. En un momento de profunda inseguridad jurídica, como la producida por Talgo y otras “cosillas”de Talgo, o de caída de exportaciones, la prudencia económica, siendo progresista, puede ser tranquilizadora.
Se empieza por los Laborghini y se sigue por nombrar enemigo a los Carrefour o los Mercadona.
El PSOE y el populismo hablan de las empresas como si los países pobres fueran aquellos en los que hay más marcas y empresas. Antes de que Mao sea puesto en la fachosfera, yo me tomaré un vino, mientras les recomiendo que no se compren un Lamborghini, aunque les van a subir los impuestos igual.