El ministro de Transportes, Óscar Puente, ha arremetido contra Eduardo Madina, ex candidato a la Secretaría General del PSOE, por unas declaraciones críticas de éste respecto al partido. “El que faltaba del cuarteto de resentidos”, ha dicho, sin especificar quiénes son los otros tres.
Pocos hay que presuman de tener ideas propias en el partido socialista, en contraste con las de Pedro Sánchez. El ex presidente aragonés, Javier Lambán, y el presidente castellano-manchego, Emiliano García Page, son dos de ellos dentro de una reducida nómina en la que los disidentes, por muchos méritos que los avalen, han acabado en la expulsión, como Joaquín Leguina y Nicolás Redondo Terreros. De otros históricos, como Felipe González y Alfonso Guerra no vale la pena hablar, dado el ninguneo absoluto que hacia ellos practica el partido, considerándolos gagás y que se han echado en brazos de la derecha.
Así que pocos son los socialistas que muestran su disconformidad con la deriva autocrática de su líder y la colonización de todas las instituciones públicas. La mayor parte de esos militantes, que debe haberlos, figuran en puestos irrelevantes de las listas electorales o están en cargos sin relumbrón ni capacidad de decisión alguna.
Tiene, pues, razón Pedro Sánchez al afirmar que su Gobierno durará hasta 2027 con ese sistema de lealtad absoluta que ha implantado. Lo dudoso es que pueda ir más allá cuando lo que el país necesita precisamente es alejarse del actual extremismo gubernamental y de la apropiación de todas las instituciones del Estado. Pero para eso es necesaria la existencia de otro partido socialista con militantes que hoy día están en la oscuridad. Sólo emergerán del posible batacazo electoral de un PSOE radical e intransigente que no superará seguramente el escrutinio de las urnas. Entonces sí que podremos hablar de los otros socialistas, con un partido más templado y que purgue en la oposición su soberbia autocrática de todos estos años de gobierno.