Sí, la semana da para notables análisis. Desde reuniones privadas en plan catalán a nucleares que amenazan con cerrar, ministras desairadas, entre SMI y regulación eléctrica, y ministras medio triunfantes, mientras en Europa miran de soslayo.
Pero hoy es viernes y como llevan ustedes con el cronista más viernes que con los propietarios de las eléctricas ya saben que el jefe de la Clicktertulia, Don Juan Ignacio Ocaña, nos tiene dicho que en viernes de cosas sesudas nada.
Los CEO de la radio aplauden el criterio y afirman que pagarán prima o escribirán un libro sobre nosotros (me veo venir lo que va a pasar, me lo veo venir: un libro sobre el maestro de los cronistas del viernes está al caer).
Ya que estamos debo decirles que ustedes parecen preocupados por si las nucleares se cierran, ordenada o desordenadamente. Déjenme que les diga que ustedes, guiados por el prócer de la Moncloa, siempre se preocupan de lo improbable.
No. Señoras y señores míos, no: el cierre que nos importa está en otro sitio.
Un fantasma recorre Madrid. Desde Fuencarral a Chamberí, desde Aravaca a Arganzuela, desde Carabanchel a Villa de Vallecas, desde Pueblo Nuevo a Usera, una ola dramática recorre nuestro pequeño mundo madrileño. Amigas y amigos: se van los chinos; se van los chinos.
Las nucleares solo les dan disgustos, pero los abigarrados estantes de esas pequeñas tiendas que empezaron con todo a cien (pesetas) han acabado siendo suministradores de necesidades elementales les han salvado la vida.
La cerveza olvidada para el partidito del domingo, la barra de pan, el cartón de leche.
Esa forma, antes desconocida por españoles y españolas, casi imposible de navegar entre alacenas repletas que lo mismo ofrecían justo el juguete de navidad que usted no tenía, las pinturas para que el niño se callara una tarde, papelería mezclada con tecnología, lanas para notables tejedoras,
Qué haremos sin ellos.
Todo ha cambiado con el virus. Ustedes se han pasado a Amazon y, acaso, a AliExpress, abandonando a esa familia lejana que ha recorrido con usted casi dos décadas de barriada. Incluso se están pasando al “paki” de la esquina, para algunos consumibles que el chino suministraba siempre con una elegante sonrisa.
Porque viejo proverbio chino “decil” que “si no tenel sonlisa no ponel tienda”. Proverbio que, como es sabido, no está ni en el ideario de Rufián ni en el Corán.
La pandemia tiene la culpa, claro, pero también los barcos. Traer un contenedor de 25 toneladas costaba entre 1.800 y 2.000 euros. Ahora, entre 9.000 y 13.000. Que se haya multiplicado el precio por seis es una barbaridad que no hay negocio que aguante. ¡Anda, el precio del contenedor chino es como si fuera la luz, vamos, enseguida Sánchez se pone a resolver el problema de los chinos!
Los retrasos de producción han aumentado la demanda de contenedores. Los puertos chinos están atascados, muchos de ellos cerrados. Los magníficos diseños que llegaban de oriente ya no llegan, las manicuras son imposibles, las telas improbables, las copias inabordables. También los cuentos chinos se acaban.
Si, si, ustedes se preocupan de que sin chips no les entregan sus coches y las fábricas tienen que cerrar temporalmente, cosa de la que la ministra de la cosa no se ha enterado, aunque está en ello.
Pero que me dicen de los “pendrive” sin marca, de los auriculares dorados, naturalmente falsos, para sus iphone, los bolsos copiados, las macetas de plástico que llenan sus balcones…
Los chinos se van y los turistas chinos no vienen a ocupar las mesas de nuestros almacenes de paellas ni a comprar en el Corte Inglés. Un mundo se acaba y ustedes como si nada, llenando la cesta de Amazon con lo primero que encuentran,
Estimados y estimadas enmascaradas: los chinos se están yendo, los barrios se vacían y a ustedes les preocupa que hay poca gente en el campo.
Presten atención a lo que importa: dónde comprarán ahora el regalo para la suegra que siempre se les olvida.
Siempre podrán llamar al maestro Lillo y aprender Kung Fu, pero no es lo mismo, aunque se diviertan, Nada, ustedes al “paki” a comprar. Biden estará contento, pero ustedes no conseguirán pan de chicle. Una cosa por la otra.
Los chinos cierran, que lo sepan.