Violencia política, máquina de fango (I)

Con motivo de una crítica parlamentaria de una diputada de VOX a la ministra de Igualdad, UPodemos respondió con una campaña política y mediática secundada por el PSOE, el Gobierno, los partidos que lo apoyan y medios de comunicación afines. El desacuerdo con la crítica ejercida desde un escaño de la oposición contra la ministra del Gobierno produjo una reacción desproporcionada, de violencia política. Calificando de machista la intervención de la diputada voxista, prenden la hoguera política y mediática para quemar a quienes piensen distinto y tengan la osadía de decirlo, aunque sea en un debate parlamentario.

El fanatismo camuflado de feminismo exige que en el debate político no se trate igual a quienes critican desde la izquierda que a quienes lo hacen desde la derecha. Es legítimo que la ministra de izquierda insulte a los jueces tachándolos de machistas (la mayoría son mujeres) por aplicar su ley con errores groseros que permite reducir condenas a violadores, pero criticar a la ministra desde la derecha por dicha norma es una crítica machista, aunque quien lo haga sea una mujer.

La etiqueta de machista en el catálogo de identificar enemigos desde el Gobierno y sus acólitos, junto con la de fascista, es una descalificación perpetua para opinar y participar en democracia. Es una expulsión definitiva del “partido” que quieren jugar el Gobierno, los acólitos y sus medios de comunicación con sus reglas, que cambian cuando quieren a mitad de partido, sus árbitros y con rivales como fue Costa Rica para España en el inmundo mundial de Catar.

Esta reacción es otra vuelta de tuerca hacia el burka mental que llevan años tratando de imponer a la sociedad; lo que dijo la diputada de VOX no fue más allá de lo que hace años dijo la pareja de la ministra de igualdad, Pablo Iglesias, de la esposa de Aznar y no en un debate parlamentario, en un debate en televisión de La Sexta, entonces amiga de UPodemos y hoy considerada por ellos aliada del fascismo. Sólo una democracia deficiente o una partidocracia basura pueden considerar libertad de expresión un comentario si lo dicen los de una ideología y fascismo machista si lo dicen desde una ideología distinta. ¿Qué diferencia lo que dijo Pablo Iglesias de lo que dijo Carla Toscano? ¿Por qué uno ejercía su legítima libertad de expresión y la otra es machista y fascista por decir lo mismo?

Habiendo oído debates y críticas políticas desde la Transición hasta hoy a políticos como Blas Piñar, Alfonso Guerra, Cascos o Iglesias, entre otros muchos, nunca presencié una utilización tan demagógica, populista y grosera de una crítica para victimizarse y distraer el meollo de la cuestión como han hecho ahora Irene Montero, UPodemos, los partidos que lo secundan y medios de comunicación. Lo que dijo Carla Toscano no es ni más violento ni más falso que lo que dijo Pablo Iglesias de Ana Botella: ni Ana Botella habría sido alcaldesa de Madrid sin ser la esposa de Aznar, ni Irene Montero ministra sin ser la pareja de Pablo Iglesias. La doble vara de medir ensucia la política, los medios de comunicación y el debate social. Que el Gobierno esté en primera línea del combate político contra la oposición con todo tipo de campañas, montajes y artimañas y no gobernando para la mayoría ciudadana es una anomalía democrática peligrosa.

Hemos asistido a violencia política, entendida como declaraciones fuera de tono, acusaciones sin fundamento o imputación de falsedades al enemigo político (lo de rival forma parte de la historia), y a violencia física con insultos, acoso y apedreamiento en mítines de VOX y Cs, por “demócratas” que pretendían impedir el ejercicio de la libertad política consagrada en la Constitución. Estos actos no levantan grandes condenas del resto de partidos que los ven con indiferencia, y la mayoría de medios de comunicación los despachan con menciones asépticas sin la crítica contundente que merecen los mismos.

 

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