Prostitutas, Trump y otros escándalos

Nunca se sabe cuándo ha sido el último escándalo de Donald Trump porque éstos se suceden a una velocidad de vértigo. El actual, las declaraciones de su abogado Rudy Giuliani de que pagó 130.000 dólares de su propio bolsillo a la actriz porno Stormy Daniels.

Lo de las prostitutas, el sexo y sus comentarios derogatorios sobre las mujeres no son, con todo, el mayor de los problemas del Presidente norteamericano. Revelan, en efecto, el carácter primitivo, antojadizo y narcisista del individuo con más poder del mundo: un comportamiento que ha sembrado el caos en la Casa Blanca, relevando constantemente a su personal y tomando sus decisiones políticas a base de tuits instantáneos y no de elaborados y profundos análisis, como pone de manifiesto su último biógrafo, Michael Wolff, en su libro Fuego y furia.

Lo mejor que puede decirse de Donald Trump es que resulta ser fiel a sí mismo y a las previsiones que se tenían sobre su mandato presidencial: improvisación política, conducta errática, confusión de su actividad pública y su vida privada, personalismo en las decisiones e imprevisibilidad de su agenda. Ni siquiera Nixon, el único presidente dimitido por su conducta, o Clinton, que se pasó medio mandato defendiéndose de sus modestos escarceos sexuales, tuvieron un comportamiento tan extravagante y dedicaron tanto tiempo al cotilleo en vez de a la Administración pública.

Por eso, cada día es mayor el número de congresistas que no ven lejano su posible impeachment (proceso de destitución). En una demostración de que la ficción se anticipa a veces a la realidad, hace unas semanas en la serie televisiva The Good Fight se hablaba de unos vídeos sexuales del Presidente que el Partido Demócrata tendría guardados de cara a impedir su reelección en 2020.

Lo que en cualquier caso no resulta una fantasía catódica es la actitud chulesca de un Trump que se crece ante los argumentos de sus adversarios y que frente al incremento de matanzas en las escuelas, por ejemplo, propone, como cualquier matón, aumentar el número de armas de fuego, proveyendo de ellas a los profesores.

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